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“Señor, tú eres mi Dios; te exaltaré y alabaré tu nombre porque has hecho maravillas. Desde tiempos antiguos tus planes son fieles y seguros.”

Isaías 25:1

La revelación


Como cristianos en ocasiones depositamos toda nuestra expectativa en Dios, creemos que Él debe mostrarnos toda su voluntad de un momento para el otro y como eso no sucede, nos ofuscamos. Esperamos grandes revelaciones cuando nos sentimos perdidos o tenemos incertidumbre sobre algo que va a suceder. Buscamos respuestas divinas pero no estamos en verdadero contacto con Nuestro Padre. Lo que estamos exponiendo en con esa actitud es sólo nuestro propio egoísmo, el creer que Dios nos debe una “gran revelación” o un momento de verdad absoluta. Permanecer inactivos esperando que eso pase es un error.

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Dios nos guía en forma diaria en nuestros senderos, en aquellos de bonanza como en los más complejos, que nos dejarán un valioso aprendizaje. Debemos disponernos a su gracia, dejar que nos dirija en los asuntos más importantes como en los irrelevantes o cotidianos. Él nos mostrará lo que tenemos que hacer para ir por eso que queremos o nos dará las herramientas para resolver esos problemas. Oyendo su voz, siguiendo su consejo siempre llegaremos a mejores lugares y encontraremos la paz fácilmente. Dios transformará nuestra realidad y la hará más amena si pensamos que es difícil pero debemos confiar en que estará allí acompañándonos en cada paso y no esperar de Él soluciones mágicas.