¡Descarga la app!

Accede a más contenido como este.

“No debemos, pues, dormirnos como los demás, sino mantenernos alerta y en nuestro sano juicio.”

1 Tesalonicenses 5:6

El vecino que no tiende la mano


Cada vez es más frecuente cruzarse con personas que no tienen medios de subsistencia y deben vivir inevitablemente en las calles. Mujeres y niños desprotegidos, soportando los cambios bruscos de clima y sin un techo ni comida para protegerse. Personas que por diferentes motivos, generalmente ligados a las malas economías de sus países, se ven forzados a dejar sus hogares porque quizás perdieron sus trabajos. Gente que para poder tener algún alimento para comer tiene que hacer trabajos por monedas como limpiar los vidrios de un automóvil en los semáforos o vender estampillas.

Publicidad

Muchos creen que el negarse a dar una moneda es el camino correcto, que esas personas “tienen que ir a trabajar”. Lo cierto es que la mayoría de ellos volvería contento a su trabajo e incluso estaría más feliz teniendo un trabajo digno pero no tiene los medios para hacerlo. Quizás las circunstancias de esas vidas fueron diferentes, pero nunca es tarde para nosotros como hermanos poder tenderles la mano. Poder proveerles un mensaje de aliento, ayudarlos a recuperarse de alguna adicción o simplemente acercarles un alimento caliente o darles un lugar de cobijo. Cuando negamos nuestra ayuda o miramos para otro lado sólo estamos colaborando a que la situación empeore, a que cada vez exista más desconfianza entre hermanos y los intentos de auxiliar al otro sean recibidos con cautela.