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Muchos llevamos ritmos de vida muy agitados que nos hacen perder poco a poco el foco. Nuestro orden de prioridades se va volviendo cada vez más caótico cuando no contamos con un momento para detenernos. Seguimos acumulando responsabilidades y compromisos que luego son muy difíciles de cumplir. Comenzamos a transformarnos en seres permanentemente estresados, hundidos en la rutina y en nuestras propias necesidades. Así, cuando alguien nos pide un consejo o simplemente, que lo acompañemos con nuestra presencia, estamos tan abrumados por las actividades restantes que no respondemos de la mejor manera, o tal vez, ignoremos esos pedidos.
Es importante poder hacer una pausa cuando estamos agobiados y volver a conectarnos con lo importante. En el silencio encontraremos la verdadera razón por la que nos esforzamos cada día por mejorar y ser más solidarios con nuestros hermanos. Esa razón es Dios, nuestro Padre con su amor incondicional, nos traerá paz cuando estemos perturbados. Cuando perdamos las ganas o estemos saturados por los acontecimientos diarios nuestro Padre Celestial será consuelo, será nuestro momento para descansar. Porque sólo en Él encontraremos la gloria y el reconocimiento para volver a ser fuertes y poder continuar con nuestro camino. Seremos bendecidos con su tranquilidad y recibidos en sus brazos.