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“Por nada estéis afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer vuestras peticiones delante de Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús. Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable, si hay alguna virtud o algo que merece elogio, en esto meditad.”

Filipenses 4:6-8

La verdad en el silencio


Muchos llevamos ritmos de vida muy agitados que nos hacen perder poco a poco el foco. Nuestro orden de prioridades se va volviendo cada vez más caótico cuando no contamos con un momento para detenernos. Seguimos acumulando responsabilidades y compromisos que luego son muy difíciles de cumplir. Comenzamos a transformarnos en seres permanentemente estresados, hundidos en la rutina y en nuestras propias necesidades. Así, cuando alguien nos pide un consejo o simplemente, que lo acompañemos con nuestra presencia, estamos tan abrumados por las actividades restantes que no respondemos de la mejor manera, o tal vez, ignoremos esos pedidos.

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Es importante poder hacer una pausa cuando estamos agobiados y volver a conectarnos con lo importante. En el silencio encontraremos la verdadera razón por la que nos esforzamos cada día por mejorar y ser más solidarios con nuestros hermanos. Esa razón es Dios, nuestro Padre con su amor incondicional, nos traerá paz cuando estemos perturbados. Cuando perdamos las ganas o estemos saturados por los acontecimientos diarios nuestro Padre Celestial será consuelo, será nuestro momento para descansar. Porque sólo en Él encontraremos la gloria y el reconocimiento para volver a ser fuertes y poder continuar con nuestro camino. Seremos bendecidos con su tranquilidad y recibidos en sus brazos.