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Solía ser muy reticente ante la crítica o los comentarios de colegas, amigos y familiares. No aceptaba que las cosas pudieran hacerse o pensarse de otra manera. Mi forma era la única que contemplaba y seguía fiel a mi instinto así resultara en un éxito o un fracaso. Tenía un pensamiento muy obstinado y poco flexible y discutía frecuentemente cuando recibía un comentario ajeno. Cuando tenía una duda sobre un determinado tema no acudía por consejo ante nadie sino ante mi Dios. Reflexionaba sobre la situación y pronto obtenía la respuesta que necesitaba, pero pronto me dí cuenta de que eso me estaba aislando.
Debemos tener grandeza para pedir opinión a nuestros seres queridos y eso requiere que seamos humildes. Si creemos que tendremos todas las respuestas estaremos equivocados, pues Dios Padre nos ha encomendado diferentes experiencias para que podamos compartirlas en comunidad y crecer como hermanos. La escucha será fundamental, podemos reconocer que no sabemos algo o no tenemos la suficiente información y eso estará bien. Muchas veces somos severos con nosotros mismos, nuestros hermanos también nos servirán de apoyo cuando estemos confundidos sobre qué camino tomar. Debemos dejarnos ayudar cuando sea necesario y aprender de las lecciones de vida de nuestro prójimo.