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Así como nuestro cuerpo necesita una variedad de vitaminas y minerales distintas para estar equilibrado y fortalecido, tu corazón y tu alma también requieren una alimentación saludable.
“¿Cómo que si puedo? Para el que cree, todo es posible.“ Marcos 9:23
¿Nunca te has preguntado porque millones de personas siguen a Jesús? ¿Qué es lo que ellos sienten distinto a lo que yo puedo sentir? Como Cristianos entendimos el mensaje de Dios desde que somos pequeños. En el seno de nuestras familias lo adoptaron, abriendo sus corazones a la Fe y obrando por la Justicia Divina que genera equidad entre las personas. Es un modo de vivir, de pensar y de amar. No debes sentirte mal si no sientes de esa manera a Dios, si todavía en tu vida la Fe no penetró ni nutrió tu sangre con su luz. Siempre podemos reencontrarnos con Jesús. En la oración, en la lectura de la Biblia u observando como otros hermanos de la Fe marchan en una procesión.
“Mírame, y ten misericordia de mí; Porque estoy solo y afligido. Las angustias de mi corazón se han aumentado: Sácame de mis congojas. Mira mi aflicción y mi trabajo: Y perdona todos mis pecados”. Salmos 25: 16-18
No hay un único modo de abordar a Nuestro Padre. No hay receta ni se trata de un club exclusivo. Todo lo opuesto. Si hay algo único que posee el Espíritu Santo es que llega en el momento indicado para cada persona que desea realizar ese vuelco en la Fe. No existen requerimientos para adoptar dicho camino, pero si existen obligaciones como buen Cristiano para no perder de vista nuestra misión. La que Jesús emprendió en la Cruz, con la que nos mostró toda su bondad y su amor. La que nos abrió las puertas del Cielo y nos llevó a conectarnos con Dios.
“Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el Cielo.” Eclesiastés 3:1
Debemos reconocer el valor que tenemos como personas. Formando parte de una familia, un grupo de compañeros o colegas. Pudiendo ejecutar tareas o trabajos. O simplemente poder realizarnos como seres del modo que mejor nos sienta. Ese tipo de elementos nos caracterizan como personas y nos da la capacidad de autovaloración, fundamental y básica para sentirnos con una autoestima positiva. Este sentido de pertenencia se profundiza y potencia aún más cuando las personas que nos adoptan o el círculo donde nos desarrollamos genera alegría y amor. Imaginemos que poseemos un factor nuevo: la Fe. No pertenecer a este nuevo mundo no significa sentirse un extraño o ser una persona en falta. En realidad implica todo un mundo de bendiciones y oportunidades que Nuestro Padre vuelca en cada uno de sus hijos. Esta es una característica distintiva, ya que desde ese momento tenemos una herencia y acceso ilimitado a la vida eterna en el Cielo.
”Muchas son, Señor, Dios mío, las maravillas que tú has hecho, y muchos tus designios para con nosotros; nadie hay que se compare contigo; si los anunciara, y hablara de ellos, no podrían ser enumerados.” Salmos 40:5
Dicha apertura individual al Espíritu Santo, nos permite entender ese sentido de vivir en comunidad. Asimismo la unión que se construye y genera entre Cristiano es lo que se entiende como una comunión. Esa sinergia emanada por Dios Padre puede sorprenderte si aún no eres parte del camino divino. Pero para los que venimos hace tiempo depositando nuestra Fe, sin esperar que el Señor nos de una señal antes de actuar, entendemos con claridad que estamos dando pasos para seguir Su voluntad. Dicha energía abrirá puertas y oportunidades cuando menos lo esperamos y más lo requerimos. Si sientes que Dios no te sorprendió últimamente es porque no te entregas totalmente a la Fe como para avanzar con Su plan.