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Tienes la experiencia suficiente para afrontar cada reto que se aproxime en tu camino. En el siguiente artículo podrás reencontrarte con lo que realmente eres.

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“El que no cree a Dios, lo ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo”. 1 Juan 5:10

Muchas veces nos vamos a encontrar inmersos en una situación donde vamos a estar escuchando una historia o estaremos recibiendo información que proviene de un relato realizado por alguien que desconocemos.

¿Cuánto podemos creer sobre la información que contiene dicho relato? ¿Qué sensaciones se originan en nuestro ser al desconocer al emisor de dicho mensaje? Imaginemos que resulta ser una persona que conocemos poco o que prácticamente no conocemos.

Cómo se puede construir confianza en ese mismo instante, sobre alguien que desea informarnos o que busca persuadirnos sobre una situación. 

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"El camino de Dios es perfecto;la palabra del Señor es intachable. Escudo es Dios a los que en él se refugian." Salmos 18:30

Esta es una de las experiencias más comunes y traumáticas que poseemos en vida. Únicamente basándonos en las palabras o testimonios de un otro, intentar generar confianza o vínculo resulta una tarea dificultosa.

Ya sea por malas experiencias del pasado que construyeron una capa o defensa emocional a prueba de mentiras o malos tratos o simplemente, una desconfianza natural que existe entre seres humanos. Debido a esto es que existe una capacidad asombrosa de respuesta hacia la Fe y el Espíritu Santo.

No hay una explicación que describa el poder y la misericordia de nuestro Padre Celestial, pero es su luz la que derriba muros de desconfianza. Es su amor el que penetra en los corazones de los más desconfiados. Fue el sacrificio de Jesucristo que nos vino a mostrar en Tierra el valor de su Palabra.

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“Por sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque de él mana la vida”. Proverbios 4:23

¿Qué implicancia tiene entonces que Dios sea más confiable que las personas que nos rodean? ¿Es Él más digno de nuestra confianza y de su Palabra que nuestros pares?

Claro que entonces tenemos que poder confiar en la palabra de quienes nos rodean y comparten la Fe. Obviamente que somos fieles seguidores de Dios, que no ponemos en duda ninguna de sus enseñanzas, ya que depositamos la Fe en el Espíritu Santo y nos dedicamos a seguir sus mandamientos y su guía para cumplir la misión divina. Colocamos nuestras manos juntas y oramos para recordar que Él está allí oyendo nuestras plegarias, acompañando nuestro recorrido y nuestro paso por la vida. Brindándonos todo tipo de pruebas para poder sobrellevar nuestro limitado pero necesario aprendizaje. Sus ayudas e iluminación aparecerán en diversas formas y dependerá de cada uno de nosotros y de nuestra capacidad para reconocerlas, aprender e incorporar al Espíritu Santo. 


 “Padre no quiero convertirte en mentiroso, y aquí dice que si no creo en el testimonio que Tú das acerca del Hijo, te estoy haciendo mentiroso, pero eso no es lo que deseo hacer”. 1 Juan 5

La confianza que debemos construir y transferir en un otro es la misma que ya poseemos con nuestro Padre Celestial. Emana de nuestro corazón ya que todo lo que se ha sembrado allí desde tiempos inmemorables contribuyen a extender los lazos de confidencia. Tanto así las experiencias pasadas, como los conocimientos adquiridos, la educación recibida y la crianza que recibimos por parte de nuestros padres conforman todo nuestro sistema de creencias, donde la base fundamental se encuentra sostenida por el Espíritu Santo y nuestra Fe en Dios.




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