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Tenemos en nuestra capacidad como seres humanos de crear condiciones equitativas para todas las personas por igual. En el siguiente artículo exploraremos el modo de acercar paz a quienes lo necesiten.
“Así dice el Señor Todopoderoso: Juzguen con verdadera justicia; muestren amor y compasión los unos por los otros. No opriman a las viudas ni a los huérfanos, ni a los extranjeros ni a los pobres. No maquinen el mal en su corazón los unos contra los otros.” Zacarías 7:9-10
Es muy importante que logremos reflexionar acerca de nuestra interacción con el prójimo, de cómo nos manejamos dentro de la sociedad actual y también acerca de la importancia que le damos a la presencia de Dios en todo esto.
Muchas veces en nuestros caminos al trabajo, al colegio de los niños o simplemente en nuestra rutina cotidiana, podemos visualizar cómo avanzamos como parte de un rebaño que desaforado quiere avanzar hacia el plato de comida que su dueño le sirve cada día.
¿Alguna vez logramos detenernos a evaluar y contemplar qué nos rodea actualmente?
“y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia” - Lucas 3:22
El ritmo con el que vivimos no es algo sano, nos invita constantemente a vivir en un aceleramiento que no promete buen puerto. Es producto de aquello, una ceguera que no nos permite ver lo que a nuestro alrededor sucede, las cosas que realmente importan y que sí merecen particularmente nuestra atención.
En circunstancias nos encontramos con personas que tuvieron mala suerte. Que están viviendo el resultado de una vida que quizás no imaginaron ni planearon.
En la mayoría de las veces, logramos poner la mirada sobre esas personas que viven en condiciones inferiores, diferentes y hasta muchas veces de maneras que nadie pudo pensar antes. ¿Qué ejemplo nos dio Jesús en la Cruz que nos inspiraría por el resto de nuestros días?
“Precisamente por eso, esfuércense por añadir a su fe, virtud; a su virtud, entendimiento; al entendimiento, dominio propio; al dominio propio, constancia; a la constancia, devoción a Dios; a la devoción a Dios, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.” Pedro 1:5-7
Mientras no pongamos el foco en aquellas personas que más necesitan de la ayuda, no podremo completar la misión que el Señor nos confirió.
Si te preguntas "¿cómo podría ayudar?", te darás cuenta que desde acercarte con tu mirada, con una ayuda económica, comida o un simple gesto, bastará para sentir que nuestro Padre Celestial está guiando nuestra decisión.
En tales circunstancias siempre recurrimos a la palabra de Dios, puesto que sólo Él comprende como nadie al ser humano y siempre tiene una respuesta para todo.
“Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano que peca contra mí? ¿Hasta siete veces? No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta y siete veces ,le contestó Jesús.” Mateo 18:21-22
Al meditar sobre este asunto, nos damos cuenta que hemos perdido de vista el real objetivo por el que vivimos, nuestros valores han sido trastocados de a poco por diversos factores que hacen que nos preocupemos más por lograr los propios objetivos, que por lo que le sucede al hermano que está a mi lado. Tales conductas no son dignas de un hijo de Dios, y lo que logran es generar en nosotros sentimientos negativos como la arrogancia y la avaricia.
Recordemos entonces de qué manera Dios nos ayudó cuando nos encontrábamos en busca de ayuda como el mendigo; cómo Dios extendió su mano sanadora y abrió su corazón para cobijarnos cuando lo necesitamos. Les recomiendo entonces que en momento de duda, ustedes se pregunten: ¿Qué haría Dios en este caso?