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Las excusas son variadas al momento de relegar el amor de nuestra familia. Hijos e hijas, esposa o marido todos anhelamos poder compartir con el Señor cada momento en comunión. ¿Qué estamos pensando que no contemplamos como prioridad el núcleo familiar como fuente de reparación y regocijo espiritual? Estamos en época del mundial de fútbol y pareciera que no existe otra preocupación. En todos lados sólo se habla de las actuaciones de los equipos y jugadores.
Uno rápidamente se pierde en conversaciones sin sentido. Hasta cambia su estado de ánimo al llegar a casa y el equipo perdió un partido o simplemente un jugador no rindió en la cancha como debía. Este es uno de los mejores ejemplos en la actualidad que debería generar una alerta profunda en nuestra consciencia. Estamos revindicando una emoción superficial y efímera que no conecta en lo absoluto con la Fe ni el Espíritu Santo, los pilares que necesita nuestra familia a todo momento.
¿Realmente podemos esperar y pretender que un “héroe”, (como se los llama a veces), pueda darnos alegría y amor de manera eterna? Se deposita la fe y la esperanza muchas veces en estas figuras deportivas de carne y hueso, como los jugadores de fútbol o las selecciones de los equipos que representan en el mundial.
Si seguimos un camino iluminado por Jesús y nuestro Padre Celestial, jamás dejaremos llevar el fanatismo a estos niveles mundanos de control de las emociones. Tampoco emergerán los problemas acarreados por un partido de fútbol, ya que nuestro corazón es entregado a diario en oración a Dios, encomendándonos para su plan de salvación y vida eterna.
Resulta más frecuente de lo que imaginamos. Existen ciertas distracciones que empañan las prioridades de nuestra vida como padres y madres. A veces puede ser una sobre ocupación en nuestros trabajos y la frase “no me alcanza el tiempo en el día” o “estoy muy cansado, recién llego del trabajo”, para dar una respuesta y relegar la atención de nuestros hijos.
Debemos recordar que ellos con amor y mucha energía demandan de nuestras caricias, del juego cotidiano y muchas veces en busca de respuestas que les permita complementar el aprendizaje en la escuela, en la universidad o en su desarrollo cotidiano. Esa es la misión que nos encomendó Dios para poder transmitir los valores de la Santa Biblia. Para seguir adelante con la sabiduría del Espíritu Santo y de la Fe que se cultiva en el seno de nuestra familia.
Cómo no admirar al creador del mundo, de la vida, de todo aquello que nos rodea. Qué otra razón podremos encontrar para no llevar adelante una vida repleta de emociones, de sentimientos de alegría y Gloria que nos muestran las enseñanzas movilizadas por el Espíritu Santo.
Nuestro Padre desde el reino de los Cielos, es quién más desea que podamos realizarnos junto a nuestros seres queridos, constituyendo una familia, asentándonos en un hogar, consolidando a cada una de nuestras decisiones reflejadas en certezas de la Fe. Orar con la firmeza que requiera el alma y con la educación que recibimos por parte de quienes precisamente anhelaron que tengamos un futuro de esperanza y Gloria junto a Jesús.
Si tomamos la decisión de conformar una familia bajo las responsabilidades que establece la Fe, comprendemos entonces que no puede existir otra prioridad en nuestras vidas. No existe evento ni circunstancia que pueda alejar al amor del seno de este vínculo que nutre a cada uno de sus integrantes de la purificación de los pecados. Caminando todos juntos por el mismo sendero de esperanza y luz, despojamos toda duda que provenga desde cualquier hecho o circunstancia externa.
Debemos apoyarnos los unos con los otros. Desde los más adultos, que con su experiencia pueden guiar a los más jóvenes, que salen al mundo con dudas y exigencias nunca antes vividas. Pasando por la frescura y el optimismo de los niños, que aportan con su energía momentos de introspección para los mayores de la casa.
También los más jóvenes de la familia deben estar dispuestos y atentos a las necesidades que tengan nuestro padre y nuestra madre. Es el fanatismo por los deportes o los artistas lo que muchas veces los aleja de ese momento único de compartir con la familia.
Son estos momentos de intimidad junto al Espíritu Santo, los que recordarán por siempre y los que nos dejarán las enseñanzas y aprendizajes más importantes a lo largo de nuestra vida (y no un simple resultado de campeonato de fútbol). Jesús quiere que brillemos en el amplio sentido de la palabra, desde el corazón, para llegar puros al templo de la salvación eterna.