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Una Misa Exequial Solemne en la Plaza de San Pedro. Mira en vivo Ahora.
El sonar de las campanas de la Basílica de San Pedro, grave y lento, anuncia el inicio de una era de luto y reflexión. A las 10:00 horas, la Plaza de San Pedro, habitualmente vibrante con la energía de peregrinos y turistas, se sumió en un silencio reverente, roto únicamente por el murmullo de oraciones y el ocasional llanto contenido. El mundo entero se unió, virtualmente y en espíritu, a la Misa Exequial del Romano Pontífice Francisco, un hombre que, durante su pontificado, encarnó la humildad, la compasión y la búsqueda incansable de un diálogo interreligioso.
La inmensidad de la plaza, flanqueada por las columnatas de Bernini, se convirtió en un mar de rostros apesadumbrados. Líderes mundiales, jefes de estado, representantes de diversas confesiones religiosas y miles de fieles se congregaron para rendir homenaje al Papa Francisco, cuya repentina partida ha dejado un vacío palpable en la Iglesia Católica y en la conciencia global.
La sobriedad y la solemnidad caracterizaron la liturgia fúnebre. Un sencillo ataúd de ciprés, adornado con el escudo papal, se ubicó frente al altar papal, donde Su Eminencia Reverendísima el Cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio, presidió la ceremonia. La elección del Cardenal Re como oficiante principal, conforme a la tradición eclesiástica, subraya la transición y la continuidad dentro de la Iglesia. Su rostro, marcado por la edad y la sabiduría, reflejaba la pesadumbre compartida por toda la comunidad católica.
La Misa Exequial siguió el rito tradicional, adaptado a la figura y el legado del Papa Francisco. Las lecturas bíblicas, seleccionadas con cuidado, resonaron con el mensaje central del pontificado: la misericordia, la justicia social y el cuidado del planeta. Los cánticos gregorianos, interpretados por el coro de la Capilla Sixtina, llenaron el aire con una belleza conmovedora, elevando el espíritu y ofreciendo consuelo a los dolientes.
La homilía, pronunciada por el Cardenal Re, no fue una alabanza vacía, sino un retrato honesto y profundo del Papa Francisco. Destacó su valentía al abordar temas controvertidos dentro de la Iglesia, su dedicación a los más vulnerables y su incansable búsqueda de la paz en un mundo marcado por la división y el conflicto. El Cardenal Re hizo hincapié en la simplicidad de vida del Papa Francisco, su rechazo al lujo y su proximidad con el pueblo, cualidades que le granjearon el cariño y el respeto de millones de personas, independientemente de su fe.
Un momento particularmente emotivo fue la procesión de ofrendas, donde representantes de diferentes comunidades, culturas y naciones presentaron símbolos que reflejaban la diversidad y la unidad de la Iglesia Católica. Las ofrendas incluyeron un recipiente con tierra de la Amazonía, representando el compromiso del Papa Francisco con la ecología integral, un rosario tejido por refugiados, simbolizando su preocupación por los migrantes y los marginados, y una vela encendida por jóvenes, representando la esperanza y el futuro de la Iglesia.
Durante la Consagración, un silencio absoluto se apoderó de la plaza. El Cardenal Re elevó la Hostia y el Cáliz, recordando el sacrificio de Cristo y la promesa de la vida eterna. Este momento de comunión espiritual unió a todos los presentes en una profunda reflexión sobre la vida, la muerte y el significado de la fe.
Al concluir la Misa Exequial, el féretro del Papa Francisco fue llevado en procesión por la Plaza de San Pedro, acompañado por cardenales, obispos y representantes del clero. La multitud, en un gesto espontáneo de afecto y respeto, aplaudió al Papa Francisco, despidiéndose de un líder que les inspiró con su ejemplo y su mensaje.
El legado del Papa Francisco perdurará en la memoria colectiva. Su pontificado, marcado por la humildad, la compasión y el compromiso con la justicia social, deja una huella imborrable en la Iglesia Católica y en el mundo. La Misa Exequial en la Plaza de San Pedro no fue solo un adiós, sino una celebración de una vida dedicada al servicio de los demás, un testimonio de fe y esperanza que continuará inspirando a las generaciones futuras. El mundo, de luto, reflexiona ahora sobre el futuro de la Iglesia y sobre el impacto duradero del Papa Francisco. Su ejemplo de sencillez, cercanía y compromiso con los más vulnerables, resuena como un llamado a la acción para construir un mundo más justo y fraterno