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Es momento, entonces, de comprender que Dios está al mando de nuestras vidas. Dejemos atrás las decepciones y caminemos confiados los caminos del Señor.
“Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”. Juan 16:33
Todos hemos pasado por diversos tipos de decepciones a lo largo de la vida. Ese desencanto que experimentamos cuando no conseguimos o cuando no sucede aquello que tanto anhelábamos. Cuando se hacen presente este tipo de sentimientos, aparecen sensaciones negativas como la tristeza y la incertidumbre que, a su vez, desembocan en situaciones aun peores como la depresión y la apatía por todas las cosas.
Como miembros activos del Pueblo de Dios, debemos saber que la vida es un equilibrio entre buenos y malos momentos. Es así como nos enseña a seguir Sus pasos El Señor. En el trayecto nos llenaremos de gozo con los sucesos que nos provocan alegría y dicha. Sin embargo, cuando arrecian las tormentas, podríamos llegar a experimentar ciertos procesos en los cuales nos vamos a sentir desilusionados y, por consiguiente, repletos de dudas y angustia.
Cuando nos enfrentamos a este tipo de instancias, corremos uno de los riesgos más nocivos que se nos pueden presentar: la pérdida de Fe. Por eso es fundamental hablar con El Señor cada día, para alcanzar en Su Palabra esa Paz que nos está haciendo siendo vedada, para reencontrarnos con Su infinito Amor y para llenarnos de Calma y Sabiduría para poder afrontar con determinación las grandes desilusiones y cumplir con el maravilloso propósito que Él ha preparado para nuestras vidas.
“Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos”. Colosenses 3:15
Las desilusiones son variadas y son escollos que debemos superar para Gloria del Señor. Es muy probable que a lo largo de nuestras existencias tengamos que atravesar traiciones, fracasos personales, situaciones en donde nuestras amistades nos dan la espalda en un momento clave, la aparición de crisis e inestabilidad en nuestros hogares, el derrumbe de un proyecto en el cual hemos puesto nuestras mejores expectativas que no se cristaliza.
Estas situaciones generan en nuestro interior gran cantidad de interrogantes. Nos cuestionamos si hemos sido nosotros los culpables y las dudas se apoderan de nuestro ánimo. Ante este tipo de episodios debemos actuar con firmeza, sustentados en nuestra inquebrantable Fe, y anteponer la idea Oportunidad y Reconstrucción. Aprendamos de los niños, que son la expresión de máxima inocencia y bondad que nos regala El Señor, que ante el deterioro que sufre su castillo de arena por el embate de las olas, encuentra, rápidamente la motivación para construir otro.
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”. Romanos 8:28
Para afrontar estos retos de manera exitosa, debemos atravesar los escollos como personas humildes y equilibradas para no caer en un pozo del cual nos cueste salir. Son momentos propicios en los cuales somos llamados a crecer en el conocimiento de Cristo. Para ello lo ideal es buscar un espacio de silencio y soledad para abrir nuestro corazón ante Él y recibir Su Misericordia.
Cuando nos congregamos en Oración, no es para utilizarla como vía de escape. Todo lo contrario, al Orar debemos tomar plena conciencia que estamos en permanente búsqueda de nuestro Padre Celestial que es bondadoso y eternamente Fiel con nosotros.
“Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?”. (1 Juan 5:4-5)
Recordemos que ante esa gran decepción que nos ha golpeado, esta la mano del Señor reconfortando a Su Pueblo. ¿Qué mejor refugio?, ¿Qué mejor lugar para recuperar nuestra calma?
Entreguemos nuestra propia fidelidad a Cristo y dejemos que El Altísimo tome control de la situación. Nuestra Victoria está asegurada a Su lado ya que nada ni nadie es más poderoso que El Señor.