Si deseamos realizar cambios en nuestras vidas, atrayendo energías positivas y renovadoras para nuestro espíritu, debemos empezar por nuestros pensamientos y decisiones. Aprende a realizar este tipo de cambio utilizando los versículos del siguiente artículo.

“Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una Fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada.” 1 Corintios 13:2

En nuestro día a día, el Señor nos involucra en situaciones y nos permite conocer personas que nos muestran el camino a seguir. Si continuamos por el sendero de la luz y la iluminación del Espíritu Santo, podremos alimentar y ofrecerle paz al Padre, siguiendo sus pasos.

Sin embargo, si ignoramos estas pruebas y señales que nos envía el Salvador, si no damos ejemplo de amor y comprensión, nos encontraremos vagando en las sombras, ciegos e indiferentes hacia lo que realmente nutre nuestra vida.

“Le pido que, por medio del Espíritu y con el poder que procede de sus gloriosas riquezas, los fortalezca a ustedes en lo íntimo de su ser, para que por Fe Cristo habite en sus corazones. Y pido que, arraigados y cimentados en amor.” Efesios 3:16-17

El amor hacia uno mismo no tiene nada que ver con el egoísmo. Por el contrario, es uno de los mandamientos de Dios y tiene un doble propósito. Por un lado, nos sirve como escudo para protegernos de los abusos y agresiones verbales y físicas de aquellos que no conocen el amor. Y por otro lado, nos capacita para amar incondicionalmente a nuestros seres queridos y al prójimo en general.

En muchos ámbitos de nuestra vida, hemos escuchado consejos de personas que instan a otros a amarse a sí mismos. Este aparentemente noble consejo busca crear conciencia sobre nuestra propia importancia. Pretende advertirnos que no debemos descuidar nuestra estima, especialmente cuando nos preocupamos más por el bienestar de los demás que por el propio.

“Por la mañana hazme saber de tu gran amor, porque en Ti he puesto mi confianza. Señálame el camino que debo seguir, porque a Ti elevo mi alma.” Salmos 143:8

Como hijos e hijas de Dios, tenemos el llamado de valorar y agradecer a Dios por su doble obra en nosotros. Fuimos creados a su imagen y fuimos redimidos con un sacrificio muy grande, es decir, Cristo murió por nosotros, y de ahí proviene nuestra dignidad. Esto significa que debemos a Dios un agradecimiento eterno, y una forma de devolver su amor es amarnos a nosotros mismos como Él nos ama.

La actitud correcta hacia nosotros mismos es valorar, apreciar y estimar la obra de Dios en nosotros. Somos sus creaciones, y de ahí viene nuestra dignidad. La clave que revela nuestro potencial ilimitado es el amor, que nos libera y sana, pero que comienza por amarnos a nosotros mismos. Recordemos que no tiene sentido buscar fuera lo que no nos damos a nosotros como personas.

“Que nunca te abandonen el amor y la verdad: llévalos siempre alrededor de tu cuello y escríbelos en el libro de tu corazón. Contarás con el favor de Dios y tendrás buena fama entre la gente.” Proverbios 3:3-4

Al caminar con fe y confianza en Dios, somos guiados por Su luz y podemos convertir nuestras debilidades en fortalezas. En lugar de ser prisioneros de una imagen negativa, nos convertimos en instrumentos de amor y bondad en el mundo.

Dejemos que la imagen que tengamos de nosotros mismos sea una imagen transformada por la gracia de Dios. Busquemos en Él la guía y la fuerza para superar nuestros propios límites y vivir una vida plena y significativa.

Confiemos en que Él nos capacitará para enfrentar los desafíos y nos fortalecerá en nuestro propósito. En Su amor y gracia, encontraremos el camino hacia la verdadera realización y la excelencia en todas las áreas de nuestra vida. Así, al servir a Dios y a los demás con humildad y amor, seremos testigos vivientes de Su poder transformador y de la grandeza que Él ha depositado en cada uno de nosotros y nosotras.