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Es maravilloso comprobar cómo los Dones y Talentos con los cuales nos ha Bendecido El Señor permiten que desarrollemos nuestras tareas cotidianas con Amor.
La clave reside en fortalecer nuestra seguridad y tener determinación en lo que estamos haciendo.
“Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia”. Miqueas 7:18
Cuando tomamos real consciencia de que somos seres imperfectos viviendo en un mundo imperfecto, podemos empezar a reconocer nuestras fallas y llegar a la conclusión de que todos, en algún momento de nuestras vidas, necesitaremos de una segunda oportunidad para hacer las cosas bien.
Esa nueva chance Siempre podremos encontrarla en El Señor ya que Su Compasión y Misericordia son Eternas.
Para cumplir con los propósitos que Dios ha instaurado en nuestras vidas deberemos estar preparados para errar el camino las veces que sea necesario y volver a intentarlo en el nombre de la Gloria de Jesus.
La clave está en no bajar los brazos. ¿Cómo darnos por vencidos si contamos con la Gracia y la Fortaleza de nuestro Salvador?
“El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados”. Miqueas 7:19
Todo aquel que camina junto al Señor sabe que somos Su creación de Amor. Cada día que transitamos es una maravillosa Bendición que nos regala El Altísimo.
Por eso es importante darnos cuenta que en cada hora, en cada minuto y en cada segundo, la mano del Mesías Obra en nosotros para Bien.
Por eso, ante los fracasos y las decepciones, debemos abrir nuestro corazón para permitir que la Luz de Cristo nos propulse e inspire a ponernos nuevamente de pie, afrontando los retos de la vida de manera renovada, más seguros de nosotros mismos, más Sabios y más Comprometidos con La Palabra de Dios. Pero, así como recibimos con regocijo el aliento vital de nuestro Pastor, en el plano terrenal también deberemos estar dispuestos a perdonar y ser perdonados a y por nuestros hermanos.
“El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia”. Proverbios 28:13
Cuando negamos nuestras fallas y errores, sumamos un nuevo fracaso a nuestras existencias: el de no superarnos y crecer en la Gracia del Señor.
Este no reconocimiento puede sumirnos en un estancamiento Espiritual que puede derivar en variadas conductas nocivas para nosotros y los que nos rodean. Podemos entrar en estados depresivos o, por el contrario, transformarnos en seres soberbios que inclusive tengan tendencia a justificar lo injustificable. ¿Cuál es, entonces, el origen de este tipo de comportamientos?
Sin lugar a dudas el miedo. Miedo a no ser escuchados, comprendidos y perdonados. Resulta paradójico porque, ¿Quién mejor Dios para escuchar, restablecer y perdonar? Nunca debemos avergonzarnos frente al Eterno. En los momentos críticos, busquémoslo con todo nuestro Amor y arrepentimiento. Él estará Siempre allí para enderezar nuestras veredas.
“Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”. Filipenses 3:14
Por lo general, cuando fallamos, tenemos tendencia a auto compadecernos.
Cometemos el error de entrar en ese círculo vicioso que es la lamentación cuando en realidad lo que deberíamos estar haciendo es sustentar nuestra Fe con Don de arrepentimiento.
Cuando nos arrepentimos crecemos, cambiamos enfoque y mentalidad.
No somos un desastre, no somos fracasados ni unos “buenos para nada”, El Señor no nos ha soltado la mano por haber fallado.
El arrepentimiento sincero genera grandes cambios. Nos motiva a corregir y actuar.
Acerquémonos a la Misericordia de Dios despojados de toda vergüenza.
En Él nuestro Compromiso y Coraje.