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“Por tanto, confesaos vuestros pecados unos a otros, y orad unos por otros para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede lograr mucho”.  Santiago 5:16

Una de las responsabilidades de Jesús en vida fue la de enseñarle a sus discípulos a superar las adversidades. No importaba el problema, ni dónde, el Espíritu Santo reina en todas las áreas de nuestra vida y es en esos momentos en los que nos sentimos parte de Dios. En quien nos debemos apoyar y sentirnos totalmente aceptados y seguros.

Tanto Jesús como tu, somos hijos del Padre Celestial. Fuimos bendecidos por Él, con talentos, dones y un propósito único. Reconocidos como seres Cristianos de modo permanente y eterno, no debemos mostrarnos superados por las tristezas y la oscuridad.

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"Que el Dios que infunde aliento y perseverancia les conceda vivir juntos en armonía, conforme al ejemplo de Cristo Jesús." Romanos 15:5

No requerimos aprobación alguna por parte de ninguna persona sobre nuestra Fe, salvo nuestro Señor, que entiende que necesitamos reafirmar dicho compromiso con Él por medio de nuestras acciones y palabras cordiales.

Que estarán también repletas de sabiduría y luz, ya que Su bondad y su iluminación serán el reflejo de todas las promesas que hicimos ante Él, por el amor que le tenemos y que nos tiene.

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“Si decimos que tenemos comunión con él y andamos en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad.”  1 Juan 1:6

¿Por qué entonces si decimos conocer el destino de Fe en Cristo y nos jactamos de ser parte de esta familia Cristiana nos comportamos de un modo en el que no pareciera que existiera un mañana ni un otro? Debemos vivir conforme al mandato del Espíritu Santo y en lo posible al destino de vida que Dios tiene pensado para cada uno de nosotros.

No será un camino sencillo, pero si nos valemos en lo que nos quieren mostrar únicamente sobre la situación en el mundo, el caos, las guerras, la desigualdad social, los problemas de pobreza y las catástrofes naturales, jamás podremos depositar toda nuestra Fe y esperanza en el Salvador. No podemos relacionarnos de un modo único y profundo.


“Enséñanos a contar de tal modo nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría”.  Salmos 90:12

No poder entregarnos por completo al Señor implica que estemos caminando ciegos y a oscuras. ¿Qué hacemos al intentar caminar con los ojos cerrados o en un lugar sin luz? Probablemente intentemos extender los brazos. Dar pasos seguros y pequeños en un terreno que parece ser inestable y desconocido. Intentamos reconocer el espacio y recordar por donde lo habíamos transitado con anterioridad.

Una desesperación sube por todo nuestro cuerpo deseando poder conseguir un poco de iluminación o encontrar la salida de ese estado. Estamos ante la respuesta, la Fe. Es la única que podrá mostrarnos a Dios con su luz de esperanza. Caminar a oscuras es permanecer fuera del Espíritu Santo, como si no existiese nuestro Padre Celestial.


“Porque la suerte de los hijos de los hombres y la suerte de los animales es la misma: como muere el uno así muere el otro. Todos tienen un mismo aliento de vida; el hombre no tiene ventaja sobre los animales, porque todo es vanidad.” - Eclesiastés 3:19

Podemos ser hermanos y hermanas caminando en la oscuridad, omitiendo la palabra de Dios sin recibir las bendiciones de luz y perdiéndonos de la gratitud de ayudar a otro sin recibir nada a cambio.

¿Deseamos apagar entonces la luz que ilumina nuestras decisiones y caminos? Podemos desviarnos y estar ciegos de modo temporal, pero no debemos permanecer eternamente creídos de que este es nuestro destino final.




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