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Muchas veces nos topamos con situaciones y momentos en el día que no sabemos cómo resolver o enfocar en una solución equilibrada. Conoce los siguientes versículos que iluminarán tus respuestas ahora mismo.
"Pues tú, Señor, eres bueno y perdonador, abundante en misericordia para con todos los que te invocan.” Salmos 86:5
En el vibrante intercambio de ideas y argumentos sobre la Fe, mantener la serenidad se revela como un desafío crucial. Con frecuencia, nos encontramos enredados en debates donde la pasión por nuestras creencias puede nublar nuestra capacidad de escuchar y comprender las perspectivas ajenas.
Reconocer la necesidad de cultivar la calma y el respeto en estas conversaciones, reconociendo que la decisión de seguir a Jesús implica una responsabilidad compartida en construir puentes, no muros, en la búsqueda de la Luz.
El fragor de un intercambio religioso puede llevarnos a un terreno peligroso donde la necesidad de expresar nuestras verdades se sobrepone al respeto hacia los demás. Al debatir, corremos el riesgo de adoptar una posición egoísta, enfocándonos en imponer nuestras creencias en lugar de comprender las de los demás. ¿Cómo podemos ser verdaderos seguidores de Jesús si no practicamos la empatía y la comprensión hacia aquellos que aún no han encontrado el camino hacia la Luz?
“Recibidlo, pues, en el Señor con todo gozo, y tened en alta estima a los que son como él; porque estuvo al borde de la muerte por la obra de Cristo, arriesgando su vida para completar lo que faltaba en vuestro servicio hacia mí.” Filipenses 2:29-30
La reflexión nos lleva a reconocer que, como creyentes, tomamos la decisión de seguir a Jesús en un camino lleno de desafíos. Esta elección, personal y diaria, nos obliga a reafirmar constantemente nuestra Fe, incluso en medio de las interacciones con aquellos que no comparten nuestra visión espiritual. Es crucial comprender que la negativa de algunos a sumergirse en el Espíritu Santo no los priva de las bondades del Señor; simplemente, quizás, aún no han sentido la necesidad o están atrapados en el letargo espiritual.
La analogía de elegir compañeros de viaje en la vida cotidiana no puede equipararse con la elección de tener a Jesús como nuestro guía. Mientras que en nuestras elecciones terrenales nos basamos en experiencias compartidas y buenos momentos, la elección de Jesús trasciende cualquier circunstancia. Contamos con la garantía de su sabiduría, calma y orientación divina para navegar por todas las situaciones, independientemente de su naturaleza.
“Mas para mí, estar cerca de Dios es mi bien; en Dios el Señor he puesto mi refugio, para contar todas tus obras.” Salmos 73:28
La confianza en Jesús y Dios como compañeros de vida implica seguridad en sus consejos y paz en medio de las tormentas. A diferencia de las relaciones humanas que pueden desvanecerse con el tiempo o las distancias, nuestra conexión con el Padre Celestial es inquebrantable.
La oración se convierte, entonces, en la herramienta diaria para profundizar nuestra relación y sentir las bondades constantes del Espíritu Santo.
Por este mismo motivo es que si pensamos en Jesús y en Dios como compañeros, tendremos garantías de sobra para confiar en ellos sabiendo que contaremos con su sabiduría, su calma y su iluminación para sortear cualquier tipo de controversia.
También sabemos y contamos con sus consejos dirimidos en la Fe y eso nos confiere un estado de tranquilidad a la hora de tomar decisiones.
“Aceptad al que es débil en la fe, pero no para juzgar sus opiniones.” Romanos 14:1
El distanciamiento de amigos y seres queridos terrenales nos lleva a apreciar la solidez de esos vínculos. Sin embargo, la gran ventaja que experimentamos en nuestra relación con Dios es que este lazo jamás se desvanecerá o se romperá. Este aspecto único subraya la importancia de aprovechar cada día para fortalecer nuestro vínculo a través de la oración, permitiendo que nuestras almas se sumerjan en la infinita bondad del Espíritu Santo.
La práctica de mantener la calma y el respeto en las discusiones sobre la Fe no solo refleja una decisión consciente de seguir a Jesús sino que también nos insta a construir puentes en lugar de muros. Al cultivar la empatía y comprender que cada individuo tiene su propio viaje espiritual, fortalecemos nuestra relación con el Señor y nos convertimos en portadores de su luz en este mundo en constante búsqueda de la verdad divina.