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“¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?”.

1 Corintios 6:19

Aceptar nuestro cuerpo


Vivimos en sociedades en las que el cuerpo es concebido muchas veces desde la estética. Existen grandes presiones sociales para alcanzar determinados estándares de belleza: muchos tienen que ver con el peso o la talla, la altura, entre otros. Las mujeres sobre todo son frecuentemente cuestionadas por su aspecto físico y ante esa mirada Celeste decidió realizarse una cirugía plástica. Toda su familia se oponía, le decían que no la necesitaba, que era una decisión equivocada, pero ella continuó con su plan.

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Luego de un tiempo, pudo ver que sus familiares y amigos estaban en lo cierto, ella no necesitaba esa intervención, simplemente debía tomar consciencia de su propio cuerpo y poder respetarlo. Nuestro cuerpo es un templo, en Él reside Dios Padre, porque fuimos creados a su imagen y semejanza. Por ese motivo, es que debemos cuidarlo y santificarlo en el nombre de Cristo Nuestro Señor. Aceptarnos tal como somos, implica aceptar el amor que Dios nos encomendó al momento de la creación. Puede haber pequeños detalles de nuestro cuerpo que no nos gusten pero no tenemos que darle importancia a eso, porque lo real se encuentra en nuestro interior, en nuestra capacidad de amar y de dar al prójimo. Las comparaciones y presiones son ajenos a la voluntad de Dios.