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“Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo.”

1° Corintios 11:1

Imitador de Jesús


Una vez, un líder me pregunto si me gustaría ser igual a Jesús. Sin dudar respondí que sí, ¿Seguro? Continúo diciendo, “Si” afirme sin titubear, trayendo a mis pensamientos los milagros que Jesús hacía, como devolverle la vista Bartimeo, resucitar a la hija de Jairo, calmar los vientos que azotan el mar o por qué no, convertir el agua en vino. El volvió a preguntar: ¿Entonces te gustaría que te humillen? No hizo falta que siga preguntando. Entendí a perfectamente el punto a reflexionar y la cara de la moneda con la que a veces miramos las cosas. Es un buen sentimiento querer ser como Jesús, Pablo intentaba ser un imitador de Él y de su comportamiento, pero la realidad es que cuando queremos ser como Él, las virtudes vienen en un combo donde también otros padecimientos que no son tan agradables.

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A Jesús lo injuriaron, lo humillaron, se burlaron de Él y lo mataron. Todo ese padecimiento lo hizo simplemente por Amor, y que gran amor es padecer por aquellos que de todas formas lo iban a negar. Podemos amar a los que nos aman, pero ¿amar a los que nos aborrecen? Eso sí, es tener un amor sobrenatural. Cuando pienso esto, me vuelve a cautivar el hecho de seguir a Cristo, renueva mis ganas por seguir aprendiendo de Él, y por sobre todas las cosas, caminar este peregrinar de la vida, tomando mi cruz cada día y llevándola a cuestas sabiendo que no estoy solo, su promesa de no dejarnos está latente y eso me anima a tratar de parecerme lo máximo posible a Él, aunque esa meta me lleve toda la vida sin lograrlo, estoy seguro que al terminar mi carrera, habré creado el habito del amor más perfecto.