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Cuando una congregación crece, suele haber “cargos” que debemos delegar y por consiguiente necesitamos personas a la altura de las circunstancias, porque estamos hablando de lo más importante que Dios tiene, que son las almas de las personas.
En esta posición debemos tener en cuenta que se requiere de personas leales, y que tengan bien enraizado el concepto de pacto con Dios, porque la gente no solo nos sigue porque hay una delegación de autoridad, sino que ellos están viendo que estámos conectados con Dios, que somos más que un individuo y se quieren asociar con nosotros con pactos y con lealtad.
La iglesia no funciona como un partido político, donde hay intereses de distintos lados y vemos a los políticos pasar de un bando a otro según las encuestas o las conveniencias. Cuando pensamos en un crecimiento sano, tenemos que llegar a Hebrón con personas leales, dispuestas a comprometerse con la visión. En Hebrón alineamos nuestra vida con la palabra de Dios y no con las opiniones de otros. Mientras que en la cueva de Adulam la fe es para las necesidades, en Hebrón la fe es para escalar lugares altos en Dios. Durante los siete años que David paso en Hebrón ayudó a formar a otros a que puedan desarrollarse. A veces hay congregaciones que están carentes de ayudantes, necesitan jóvenes capacitados, ungidos, responsables. Más que nunca vivimos un tiempo de mucha frialdad espiritual, donde nos alimentamos solo de lo básico de la palabra de Dios, vamos el domingo a la Iglesia pero durante la semana nadie se entera que somos cristianos. Es hora de tomar la decisión de seguir a Dios madurando.