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El confinamiento puede generar algunas problemáticas que no teníamos presentes. Debemos estar alertas para poder acudir al camino de iluminación para seguir adelante con esta nueva realidad.
“No temas, Porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.” Isaias 41:10
El incremento de contagiados por el coronavirus en todo el mundo provoca desazón. La herramienta social más efectiva, hasta el momento, para contener el virus es el aislamiento. Sin embargo la proliferación indiscriminada de noticias puede contribuir a que pasemos sin escalas de un estado, lógico, de preocupación al miedo.
Cuando el temor se apodera de nuestro corazón, las consecuencias son por demás negativas ya que el miedo nubla la razón, paraliza los sentidos y origina la desconfianza entre las personas. No se trata de negar el hecho de que podemos estar asustados, sino de ejercer dominio sobre el pánico que nos pueda generar la situación que estamos transitando. Por eso es muy importante estar receptivos a lo que El Señor tenga para decirnos en esta instancia. Por intermedio del Poder de la Oración, recuperaremos esa valentía que nos permitirá afrontar este reto.
Valentía no significa ausencia de temor, significa hacerle frente desde nuestra inquebrantable Fe en Jesús.
“Esforzaos y cobrad ánimo; no temáis, ni tengáis miedo de ellos, porque El Señor tu Dios es el que va contigo; no te dejará, ni te desamparará.” Deuteronomio 31:6
Cuando vivimos en estado de alarma permanente debemos saber que no solo se oscurece el camino que nuestro Padre Celestial ha preparado para nosotros, sino que, como un virus letal, contagiamos a los seres queridos que nos rodean. Probablemente los más afectados por esta situación sean los niños. Mediante la reflexión y la lectura de las Santas Escrituras podremos cultivar la Sabiduría para cuidar de forma efectiva a los más pequeños del hogar. Por eso es imprescindible acercarse a ellos para guiarlos en este momento tan difícil, mostrarles cuanto los queremos y cuidar su alma de pensamientos oscuros.
Propiciemos el dialogo fluido y constructivo. Nos sorprenderemos con lo que El Señor tiene para decirnos desde su pureza. Porque nuestra palabra los hará comprender que nada debemos temer cuando estamos junto al Señor y sus palabras traerán alivio y frescura a nuestros corazones.
“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.” Juan 14:27
Otro aspecto a tener en cuenta, de trascendental importancia, es mantener un Espíritu activo y despierto. Es bien sabido que el temor se alimenta de la inacción. Cuando El Señor nos llama a superar nuestros miedos, debemos confiar en que cada paso que damos significa debilitar nuestras angustias.
Utilicemos nuestros temores como motivación e inspiración para crecer en Dios Padre, promoviendo cambios que nos llevaran a nuevos y mejores niveles de entendimiento. Lo peor que podemos hacer, entonces, es quedar paralizados. Hablemos en familia sobre las Bendiciones que El Altísimo vuelca sobre nuestras vidas todos los días y recordemos siempre las palabras de David cuando dijo: “¡Espera en El Señor!... y aliéntese tu corazón” Salmo 27:14
“El Señor es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? El Señor es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?” Salmos 27:1
Sustentados en nuestra Fe, esta oportunidad es muy interesante para contactarnos con nuestros hermanos donde quiera que estén. Podemos organizar cadenas de oración y transmitir a nuestros seres queridos que junto a Dios nada debemos temer. Cuanto más aprendemos a confiar en Cristo, más coraje te dará Él para actuar. Recordemos que como miembros del Pueblo de El Señor cada paso que demos junto a Él nos hará comprender que estamos vivos. Dejemos que la Luz de Dios nos alumbre hasta la salvación.