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Inspirándonos en el Ejemplo de Ellas

Mujeres inspiradoras que nos darán aliento y energía para seguir adelante por el camino de la iluminación.

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“Asimismo, las ancianas deben ser reverentes en su conducta: no calumniadoras ni esclavas de mucho vino, que enseñen lo bueno, que enseñen a las jóvenes a que amen a sus maridos, a que amen a sus hijos, a ser prudentes, puras, hacendosas en el hogar, amables, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada.” Tito 2:3-5

En Oriente no participaba la mujer en la vida pública. Cuando la mujer judía de Jerusalén salía de casa, llevaba la cara cubierta con un tocado, que consistía en dos velos sobre la cabeza, una diadema sobre la frente con cintas colgantes hasta la barbilla y una malla de cordones y nudos; de este modo no se podían reconocer los rasgos de su cara.

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“A la mujer dijo: En gran manera multiplicaré tu dolor en el parto, con dolor darás a luz los hijos; y con todo, tu deseo será para tu marido, y él tendrá dominio sobre ti.” Génesis 3:16

La mujer que salía sin el tocado que ocultaba su rostro ofendía hasta tal punto las buenas costumbres que su marido tenía el derecho, incluso el deber, de despedirla, sin estar obligado a pagarle la suma estipulada para el caso de divorcio en el contrato matrimonial. Había mujeres tan estrictas que tampoco se descubrían en casa. En los ambientes populares no eran tan rígidas las costumbres.

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“La mujer virtuosa es corona de su marido, mas la que lo avergüenza es como podredumbre en sus huesos.” Proverbios 12:4

En la casa paterna las hijas debían pasar después de los muchachos. Su formación se limitaba al aprendizaje de los trabajos domésticos. Respecto al padre, tenían los mismos deberes que los hijos, pero no los mismos derechos. Respecto a la herencia, por ejemplo, los hijos y sus descendientes precedían a las hijas.


“Pero temo que, así como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestras mentes sean desviadas de la sencillez y pureza de la devoción a Cristo.” 2 Corintios 11:3

Los deberes de la esposa consistían en atender a las necesidades de la casa. Debía moler, coser, lavar, cocinar, amamantar a los hijos, hacer la cama de su marido y, en compensación de su sustento, elaborar la lana (hilar y tejer); otros añadían el deber de prepararle la copa a su marido, lavarle la cara, las manos y los pies.




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