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El mundo evoluciona con una velocidad estrepitosa y muchas veces no nos detenemos a comprender lo que realmente importa como mujeres.
“Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso”. Mateo 11:28
Muchas veces, las sobre exigencias que nos depara el quehacer cotidiano nos dejan extenuados, pero al llegar al final de la jornada nos sorprendemos cuando notamos que, a pesar del gran cansancio que sentimos, no podemos dormir plácidamente o pensamientos de angustia se asoman en nuestros pensamientos.
Nos preguntamos: ¿Cuándo obtendré un poco de Paz?
Y no es para menos, las dificultades cotidianas requiere de nosotros un enorme esfuerzo físico y mental que, acumulado en el tiempo puede producir en nosotros sentimientos de creciente ansiedad y depresión. Es, precisamente, en momentos de esta índole en que debemos hablar profundamente con Dios. Aprovechemos esas instancias de desvelo para comunicarnos con El Señor y encontrar en Su Sabiduría la manera de permitirnos el descanso merecido.
“Sólo en Dios halla descanso mi alma; de él viene mi salvación”. Salmos 62:1
Son muchas y muy variados los motivos por los cuales podemos llegar a sentirnos agobiados: La extensa jornada laboral, los quehaceres domésticos, el cuidado de un familiar transitando una enfermedad grave, la preparación y los nervios que conlleva enfrentar exámenes estudiantiles, los problemas económicos y las tensiones que genera el desempleo.
Todas estas situaciones inquietantes, sostenidas en el tiempo, nos dan la impresión de estar perdiendo el control de nuestras vidas.
Si estamos predispuestos a recuperar nuestra Paz Espiritual, la de nuestra familia y la de nuestros seres queridos, es imprescindible que hagamos un alto en el camino y busquemos el descanso en la Gracia y Misericordia del Señor para retomar con renovadas fuerzas el acontecer diario.
¿Cómo no sentirnos repuestos, si nuestra fortaleza proviene de nuestro padre Celestial?
“En paz me acuesto y me duermo, porque solo tú, Señor, me haces vivir confiado”. Salmos 4:8
Cuando no podemos conciliar el sueño, es probable que nuestros pensamientos, al volver una y otra vez sobre una misma problemática, se tornen turbulentos.
Nos angustia no saber cómo se van a resolver los conflictos; infinidad de escenas y desenlaces desfilan por nuestra imaginación y pensamos de qué manera vamos a reaccionar ante los distintos escenarios ficticios que nos planteamos.
Cuando al fin comprendemos que El Señor es Soberano de todas nuestras circunstancias y está Presente en cada acto de nuestras vidas podemos renovarnos en Su descanso y solucionar de manera real nuestros problemas.
“El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes pastos me hace descansar. Junto a tranquilas aguas me conduce”. Salmos 23:1-2
Tengamos siempre presente, entonces, que en Jesús somos llamados a calmar nuestro paso, a aminorar el ritmo desenfrenado que la sociedad moderna pretende inculcarnos.
Nuestros tiempos son los tiempos de Dios y Él nos llama al necesario descanso que refrescará nuestros cuerpos, aclarará nuestras mentes y llenará de Paz nuestros Espíritus.
De esta manera estaremos, además, respaldando al Eterno en Sus propósitos, pero para ello debemos darle importancia al Equilibrio y a la Serenidad para ser miembros activos del Pueblo de Dios renovados y vitales.
Guardemos tiempo para la Pausa en nuestras vidas, teniendo en cuenta que vivir para el Señor empieza cuando comprendemos que podemos descansar en Él.