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A lo largo de nuestras existencias nos enfrentaremos a diversas problemáticas que nos generaran dudas e incertidumbre. Podemos llegar a sentirnos abrumados por nuestras fallas o por hábitos nocivos que incorporamos casi sin darnos cuenta y que nos alejan de la Gracia del Señor.
Pero, ¿Es posible realizar un cambio profundo, verdadero y autentico en nuestras vidas?
“Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu”. 2 Corintios 3:18
El Señor nos demuestra Su Fidelidad constantemente por intermedio de Su Gracia y lo hace desinteresadamente, con el Amor más absoluto, sin juzgarnos ni tomando represalias.
Él Siempre está dispuesto a escucharnos atendiendo nuestras demandas y sosteniéndonos en los episodios más adversos que nos toque atravesar. Cuando notamos que la dirección de nuestras vidas está mal encaminada, cuando nos avergonzamos de alguna de nuestras acciones, cuando incorporamos hábitos y actitudes negativas que nos dañan y angustian a nuestro entorno es que debemos sustentarnos en nuestra Fe para recibir la Gracia del Altísimo. Es, precisamente, en Su Gloria donde podemos cambiar y transformarnos en lo que Él nos ha llamado a ser. Al reconocer nuestras fallas y exponerlas con sinceridad ante Dios estamos dando un primer y fundamental paso.
“No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta”. Romanos 12:2
Debemos permitir que la voluntad del Señor Obre en nuestros corazones. Para eso es preciso estar determinados para recibir a Cristo en nuestras vidas. Cuando sintamos que no estamos a gusto con las decisiones o los rumbos que estamos tomando y tengamos la impresión de que algo no encaja en nuestras existencias, provocando en nosotros sentimientos nocivos como la ira, el egoísmo y la autosuficiencia; sabremos que es momento de cultivar nuestro Don de Humildad y Arrepentimiento para acercarnos sin temores a la Perfecta Misericordia del Eterno.
La transformación debe ser profunda y sincera en nuestro interior y en nuestro diálogo fluido con Dios para encontrar esa indispensable ayuda reparadora que nos indicará lo que espera nuestro Padre de nosotros según Su propósito. Cristo revela lo que de Verdad anida en nuestro Espíritu a la vez que nos concientiza de los cambios que debemos realizar para cumplir Su voluntad.
“Que el Señor los lleve a amar como Dios ama, y a perseverar como Cristo perseveró”. 2 Tesalonicenses 3:5
Es muy importante alejar los sentimientos de temor que puedan llegar a interferir en nuestra relación con El Señor. Ese temor nos puede conducir a no ser del todo sinceros, a contar solo una parte de lo que nos sucede, a ocultar lo que nos avergüenza. Tengamos en cuenta que Dios nos acepta tal cual somos y en la naturalidad de nuestra relación con Él, gradualmente, vamos sanando nuestras heridas, alivianando nuestras cargas y liberándonos de malos pensamientos.
Este maravilloso proceso nos convierte en mejores personas renovadas en la Fe en Cristo, seres positivos y activos en la Obra del Mesías, con un objetivo claro y puro que es caminar los caminos que Él ha diseñado para nosotros.
“En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas”. Gálatas 5:22-23
Debemos confiar en el Amor incondicional de Dios que responde a cada suplica. Atendamos con Fe a esta llamada de Amor para crecer y transformarnos en Él. Siempre podremos contar con Su Perfecta Guía y dulce Misericordia.
Una vez que hemos sido tocados por la Gracia del Señor, ya no somos los mismos.
Vivamos en gratitud con El Eterno pues Él nos ha salvado.