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Las situaciones adversas muchas veces pueden desestabilizar a una familia. El amor de Dios es el único camino para reconstruir la comunión familiar.
“Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes.” Deuteronomio 6:6-7
Había una vez una familia cuyos miembros no estaban para nada conectados entre sí. El padre trabajaba todo el día, la madre había caído en las garras del alcohol y los hijos no habían crecido con el concepto de familia. Fue entonces que un día hubo un corte de luz generalizado en el barrio donde vivían, corte que duró casi medio día. Todos los miembros de la familia se vieron obligados a retornar a su hogar y permanecer en él todo ese tiempo, relacionándose como no lo habían hecho antes.
“Les suplico, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos vivan en armonía y que no haya divisiones entre ustedes, sino que se mantengan unidos en un mismo pensar y en un mismo propósito.” 1 Corintios 1:10
Otra familia se había derrumbado tras la muerte de su pequeño hijo. Ambos padres habías caído en una profunda depresión que duró varios años, hasta que un día, su hijo del medio irrumpió la cena para decir: no se olviden que estoy aquí. Todos tomaron aquellas palabras como provenientes de Cristo.
“¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho, y dejar de amar al hijo que ha dado a luz? Aún cuando ella lo olvidara, ¡yo no te olvidaré! Grabada te llevo en las palmas de mis manos; tus muros siempre los tengo presentes.” Isaías 49:15-16
Una tercera familia había caído en desgracia luego de una gran estafa económica de la cual ellos habían sido víctimas. Luego de orar y orar, todos los miembros tuvieron el mismo sueño donde un hombre sumamente bondadoso les dio indicaciones para comenzar un nuevo negocio familiar que finalmente dio sus frutos con creces.
“Pero el amor del Señor es eterno y siempre está con los que le temen; su justicia está con los hijos de sus hijos, con los que cumplen su pacto y se acuerdan de sus preceptos para ponerlos por obra.” Salmos 103:17-18
También recuerdo la historia de unos vecinos que vivían cerca de mi casa cuando yo era pequeño. El hijo más grande tomó el camino de la delincuencia y terminó siendo enviado a la cárcel. Todos los miembros de la familia estaban destrozados. El hijo cumplió su condena de tres años, pero cuando salió en libertad era un hombre nuevo, ya que se había consagrado a Cristo durante su reclusión.
“Queridos hermanos, ahora somos hijos de Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que habremos de ser. Sabemos, sin embargo, que cuando Cristo venga seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal como Él es. Todo el que tiene esta esperanza en Cristo, se purifica a sí mismo, así como Él es puro.” 1 Juan 3:2-3
Esta historia le ocurrió a un muy cercano amigo mío. Sus padres cometían adulterio constantemente y no reivindicaban a la familia como pilar de la sociedad, hasta que mi amigo fue testigo de ambos adulterios, factor que desembocó en una intervención con ambos a raíz de las oraciones de mi amigo pidiendo consejo a Dios de cómo actuar ante tal situación.
“Pero si a ustedes les parece mal servir al Señor, elijan ustedes mismos a quiénes van a servir: a los dioses que sirvieron sus antepasados al otro lado del río Éufrates, o a los dioses de los amorreos, en cuya tierra ustedes ahora habitan. Por mi parte, mi familia y yo serviremos al Señor.” Josué 24:15
Este último ejemplo es el de mi propia familia, que se vio transitando momentos difíciles a raíz de mi pequeño hijo que nació con una discapacidad y fue gracias a él que todos los miembros conocimos el verdadero significado de la palabra amor, de la mano de Cristo Jesús.