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Aceptando y Agradeciendo Nuestra Realidad

Aprende a sanar mediante espacio de aceptación y perdón. Descubre en los siuientes versículos el poder del Espíritu Santo.

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“Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete”. Mateo 18:21-22 

Inevitablemente en algún momento nos enfrentamos a situaciones donde el perdón y la aceptación emergen como los fundamentos esenciales para seguir adelante. Cuando sufrimos una afrenta o lo que interpretamos como una traición, una amalgama de emociones nubla nuestra mente. La primera reacción, con frecuencia, es la ira.

La cólera, ese sentimiento abrasador, nos envuelve en un torbellino de negatividad. Nos dificulta discernir la situación con claridad y nos aparta del propósito que el Señor ha trazado para nuestras vidas. La furia puede impulsar a algunas personas a reacciones violentas o a buscar represalias, mientras que otras se sumergen en la desolación y la parálisis, perdiendo paulatinamente la esperanza.

Perdonar a aquellos que nos han defraudado, sin importar la gravedad de su ofensa, constituye un proceso muchas veces prolongado y desafiante.

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“Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguien, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas”. Marcos 11:25

Las Sagradas Escrituras, con su sabiduría divina, resaltan la importancia de ser compasivos y humildes al perdonar a nuestros semejantes. Albergar ira y dolor en nuestro corazón, negándonos a perdonar, nos aleja de la alegría, la paz, el equilibrio y la salud. Cuando retenemos el perdón, nos distanciamos de la bendición de Dios.

Es fundamental recordar el ejemplo de Cristo en la Cruz. Su entrega, perfecta misericordia y divino perdón son faros que iluminan nuestro sendero hacia una comprensión más profunda del amor del Señor. Cuando internalizamos cuánto nos ama y cómo nos ha perdonado, hallamos la fuerza y la voluntad necesarias para perdonar a quienes nos han herido.

Al liberar el enojo y el resentimiento, nuestra carga se aligera, nuestros semblantes recobran la serenidad y nos llenamos de gozo al reconocernos en la gracia del Señor.

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“De modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes”. Colosenses 3:13

Los sentimientos de angustia y enojo que surgen tras una ofensa también pueden obstruir nuestra relación con Dios a través de la oración. Estos sentimientos son como cadenas que nos mantienen prisioneros en un ciclo de pensamientos negativos, incluso cuando anhelamos comunicarnos con nuestro Padre Celestial.

La falta de perdón erige un muro entre nosotros y el Señor. Sentimos que estamos distanciados de Dios, y esta separación puede entorpecer nuestra vida de oración. En momentos así, debemos implorar al Altísimo que interceda por nosotros, para que podamos dejar de lado todo lo que nos aleja de Su gracia y experimentar la bendición de Su paz.


“Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo”. Efesios 4:32

Es importante recordar que todos somos seres humanos imperfectos y, en algún momento de nuestras vidas, también necesitaremos ser perdonados. El acto de perdonar no implica que estemos de acuerdo con lo que nos han hecho, sino que elijamos no guardar rencor en nuestro corazón y vivir de acuerdo con las enseñanzas divinas.

Sigamos el ejemplo del Señor en este nuevo día y en cada día que se nos presente. Implorémosle Su misericordia en nuestra vida. Dios siempre nos otorga una nueva oportunidad, y así debemos aprender a brindarla a los demás. En la aceptación y el perdón encontramos el sendero hacia la paz interior y la gracia divina que nos permite avanzar con amor y compasión en nuestro viaje espiritual.




Versículo diario:


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