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Ayudando en la Mejora Cotidiana de Nuestro Ser Interior

Tenemos la capacidad de sanar y mejorar nuestra espiritualidad. Aprende de estos ejemplos que figuran en en el siguiente artículo.

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“El Dios que da la paz levantó de entre los muertos al gran Pastor de las ovejas, a nuestro Señor Jesús, por la sangre del pacto eterno. Que él los capacite en todo lo bueno para hacer su voluntad. Y que, por medio de Jesucristo, Dios cumpla en nosotros lo que le agrada. A él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.” Hebreos 13:20-21

En las innumerables jornadas de la vida, quizás nos sorprendamos en algún día común, cuidando de algún pequeño o pequeña, y en ese instante, surge un momento de atención, un momento crucial en el que nos toca dar el ejemplo y transmitir una idea.

En ese preciso momento, la sencillez y la firmeza se convierten en nuestras aliadas, y es en este espacio que nos regala la vida donde podemos compartir experiencias de vida y la fe que el Espíritu Santo insufla en nosotros.

Los niños y las niñas transitan una etapa de descubrimiento y aprendizaje, donde su mente curiosa y sus corazones abiertos buscan comprender el mundo que los rodea. En ocasiones, parecen buscar límites y desafíos en su afán de crecer y desarrollarse.

Estos escenarios desafiantes nos brindan oportunidades valiosas para infundir ejemplos de fe en sus corazones, ya sea a través de historias de vida o lecturas de pasajes bíblicos. Es en estas situaciones donde nos acercamos a ellos en un contexto de enseñanza, compartiendo la Palabra del Señor de manera accesible y comprensible.

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"Así hablad, y así obrad, como los que habéis de ser juzgados por la ley de libertad. Porque juicio sin misericordia será hecho con aquel que no hiciere misericordia: y la misericordia se gloría contra el juicio.” Santiago 2:12-13

La importancia de respaldar nuestras palabras con acciones es un pilar fundamental en la educación de los pequeños. No basta con pronunciar palabras vacías; debemos vivir nuestra fe con autenticidad para que ellos puedan internalizar y replicar esos valores en sus propias vidas. En lugar de meramente hablar sobre amor, compasión y rectitud, debemos encarnar esos valores y permitir que nuestros actos hablen por sí mismos.

La sabiduría de Cristo se manifestó a través de sus acciones más que de sus palabras. Sus enseñanzas no solo se plasmaron en discursos, sino que se vivieron en cada uno de sus actos.

En sus encuentros con los marginados, en su amor incondicional hacia todos, en su sacrificio en la cruz, Jesús encarnó la verdad que predicaba. Siguiendo su ejemplo, como mujeres de fe, tenemos la oportunidad de educar a través de nuestras acciones cotidianas.

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“El que dice que permanece en Él, debe andar como Él anduvo.” Juan 2:6

Es así como el ejemplo se convierte en un canal de enseñanza poderoso. Los niños y las niñas, en su fase de imitación, absorben y reflejan lo que ven a su alrededor. Si cultivamos un entorno donde nuestras acciones reflejen la compasión, la honestidad y el amor, ellos aprenderán a través de nuestra conducta.

A través de la humildad y la empatía, construiremos puentes que conecten sus corazones con la verdad divina.

En esta travesía de enseñanza, contamos con una herramienta invaluable al alcance de nuestras manos: la Palabra de Dios. La Biblia no es simplemente un libro, sino una llave que nos abre las puertas del tesoro que Dios nos ha legado: su amor eterno y su sabiduría. En cada página, encontramos ejemplos vivos de fe, de lucha y de amor.

Compartir estas historias con los más jóvenes puede despertar su interés y abrir diálogos esenciales sobre valores y espiritualidad.


“Precisamente por eso, esfuércense por añadir a su fe, virtud; a su virtud, entendimiento; al entendimiento, dominio propio; al dominio propio, constancia; a la constancia, devoción a Dios; a la devoción a Dios, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.” 2 Pedro 1:5-7

En este camino, recordemos que no necesitamos discursos grandilocuentes para transmitir el mensaje de Cristo. A menudo, las palabras más poderosas son aquellas que se expresan a través de nuestras acciones y actitudes diarias.

El silencio acompañado de una acción genuina puede hablar más alto que cualquier discurso. Cuando ayudamos al necesitado, cuando perdonamos, cuando mostramos compasión, estamos sembrando semillas de fe que germinarán en los corazones de quienes nos rodean.

Así que, como mujeres de fe, asumamos con responsabilidad el papel de educadoras y ejemplos de vida. No subestimemos la importancia de nuestras acciones en la formación espiritual de las generaciones venideras. Recordemos que el ejemplo que damos hoy puede impactar las vidas de mañana.

Vivamos nuestra fe con autenticidad, permitiendo que el amor y la verdad de Dios resplandezcan a través de cada gesto y palabra. Enseñemos con humildad y amor, guiadas por el Espíritu Santo, y construyamos un legado de fe que perdurará por generaciones.




Versículo diario:


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