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Cuando ocurren eventos desafortunados en nuestras vidas, podremos tomar caminos diferentes. Explora en el siguiente artículo el modo de seguir adelante por el camino del perdón.
"El que perdona la ofensa cultiva el amor; el que insiste en la ofensa divide a los amigos." Proverbios 17:9
¿Qué sucede cuando sufrimos una terrible pérdida en nuestras vidas? ¿Cuál es el primer sentimiento que podemos vivenciar al momento de que nos anoticiamos sobre la partida de alguien?
Todos días en todas partes del mundo suceden hechos de esta índole. Muchas veces nos preguntamos “¿Por qué me sucede esto a mi?” “¿Merecía que se vaya de ese modo?”
No tenemos que generar sentimientos negativos o de culpa. Este tipo de escenarios son propuestas y pruebas que el Señor nos pone a cada uno de sus hijos e hijas para que aprendamos a sanar.
Al perdonar en vida a quienes nos rodean, estamos regalándoles las puertas de nuestro corazón, sin olvidar que el Salvador nos mostró toda su misericordia en la Cruz.
"Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo." Efesios 4:32
Claro está que no existe un consuelo inmediato que en esos momentos pueda hacer desaparecer la angustia generada. Pero no debemos olvidar que esas personas nos acompañaron en nuestro recorrido. El rechazo generado por nuestra actitud de apartar a quienes muchas veces nos hacen o dicen algo que no consideramos adecuado, nos limita y establece una barrera sobre ese ser. “¿Podremos perdonar a quién nos hace daño?” Es la pregunta que debemos hacernos siempre para poder continuar día a día.
“Yo sé que nada hay mejor para el hombre que alegrarse y hacer el bien mientras viva” Eclesiatés 3:12
Imaginemos por un momento que en lugar de haber nacido en nuestros países, en nuestras ciudades y barrios, lo hubiéramos hecho en otro sitio. Que en lugar de haber sido criados por nuestros padres, madres, abuelos, abuelasm hermanos y vecinos, lo hubiéramos hecho en otros contextos más difíciles.
Ahora intentemos localizar en nuestras mentes a ese sitio: seguramente existan realidades muy diferentes a la que vivimos realmente. Las personas se desarrollaron en distintos contextos, con necesidades distintas y que mucho no tengan que ver con lo que nosotros vivimos y experimentamos. Será entonces por este motivo que debemos abrir nuestra mente y nuestros corazones para poder comprender de un modo íntegro a quien tengamos frente a nuestros ojos.
“Y cuando estén orando, si tienen algo contra alguien, perdónenlo, para que también su Padre que está en el cielo les perdone a ustedes sus pecados.” Marcos 11:25
No es un mundo paralelo ni se trata de una situación inventada. Esta es la realidad de muchas familias. Olvidamos o decidimos olvidar a quienes nos acompañaron en vida. Por una disputa, una pelea o una simple diferencia de pensamientos y opiniones dejamos de frecuentar o de vincularnos con seres que podrían realmente estar guiándono hacia una respuesta superadora. De luz y de sanación, que se nos presenta gracias al Señor.
Si logramos acercarnos a estos seres que en algún momento nos hicieron daño( (quizás sin saberlo), mostrándoles el camino adecuado para superar sus problemas, entendiendo que en realidad el Plan Divino que nuestro Padre Celestial tiene para cada uno de ellos, podremos estar en paz espiritual y mental. Ya en contexto, ¿no le otorgaría el perdón a una persona que vive de ese modo y que puede estar en paz consigo mismo?
“Que abandone el malvado su camino, y el perverso sus pensamientos. Que se vuelva al Señor, a nuestro Dios, que es generoso para perdonar y de él recibirá misericordia.” Isaías 55:7
Tenemos que poder comprender quienes nos rodean, quienes son parte de nuestras sociedades y por qué muchas veces estos hechos aislados nos provocan cierto nivel de desconexión e indiferencia. Como hermanos y hermanas de Fe debemos tener la capacidad de perdonar a quienes nos hacen el mal o realizan actos que no se encuentran contemplados por la buena voluntad de nuestro Señor. Resulta ser de las cosas más difíciles pero de las que más nos habla en las Sagradas Escrituras Jesús.