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Muchas personas creen ciegamente que lo único importante es la satisfacción de sus propias necesidades o la solución pronta de sus problemas. Lamentablemente, esa actitud egoísta nos puede condenar a vivir sin recibir ninguna recompensa o bendición que supla nuestras necesidades.
“Hay quienes reparten, y les es añadido más; y hay quienes retienen más de lo que es justo, pero vienen a pobreza” Proverbios 11:24
La paz y tranquilidad no llegará a sus corazones, porque siempre estarán abrumados y preocupados por conseguir aquello que dicen necesitar. En esta época actual, donde la sociedad enaltece el dinero y el culto a la imagen, parece que ha sido dejada de lado la generosidad. Es tan común hoy en día escuchar frases como “¿Y yo qué gano de todo esto?” o “¿Qué recibiré yo a cambio?”
La sociedad actual se empeña en decirnos y orientarnos a satisfacer nuestras propias necesidades primero. El egocentrismo nos lleva a la infelicidad, aunque se nos quiera persuadir de lo contrario. Cuando la tensión se vuelca hacia el yo se acaba haciendo un doble daño: A los demás mientras se les pasa por encima, y a uno mismo porque a la postre se queda solo.
"El que le suple semilla al que siembra también le suplirá pan para que coma, aumentará los cultivos y hará que ustedes produzcan una abundante cosecha de justicia." 2 Corintios 9:10
Dios nos creó y nos dio instrucciones para la vida, nos dijo que creciéramos y nos multiplicáramos, que diéramos vida y que nos amáramos los unos a los otros, que diéramos las buenas nuevas de salvación a los demás y que hiciéramos discípulos, es decir, que diéramos a los demás la oportunidad de acercarse a Dios para recibir salvación y vida eterna. Esto quiere decir que Dios nos creó para dar, porque al final de nuestro camino tenemos la esperanza de pasar la eternidad dando alabanza a Dios, pero mientras eso sucede, debemos dar permanentemente aquí en la tierra.
Nunca podremos ser verdaderamente felices sino hasta que aprendamos a adoptar un estilo de vida en la cual nos convirtamos en dadores de tiempo completo.
“Cada uno dé como propuso en su corazón: No con tristeza ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre” 2 Corintios 9:7
Dar sin esperar nada cambio, entregar parte de nuestras vidas, volcarse a los demás, ayudar a los que lo necesitan, dar consuelo a los que sufren, eso es generosidad. La generosidad es la llave que abre la puerta de la amistad, es una semilla que sembró el amor y puede ser la luz que nos saque del oscurantismo materialista dentro del cual muchos de nosotros estamos viviendo.
No siempre se necesitan dar cosas con valor económico, en muchas ocasiones las personas sólo necesitan de alguien que los quite de su depresión, de su soledad, necesitan alguien que les diga: Eres muy importante para mí, pero sobre todo tú eres más importante para Dios y él te ama. Dios nos creó para ser libres, no nos creó para ser personas aisladas de los demás, los demás te necesitan, tú los necesitas a ellos y todos necesitamos de Dios.
“Y quien dé siquiera un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por tratarse de uno de mis discípulos, les aseguro que no perderá su recompensa.” Mateo 10:42
A modo de auto examen, podemos preguntarnos si conscientemente dejamos de prestar ayuda por pereza, desagrado, apatía; si nos esforzamos por superar la propia comodidad tomando conciencia de la necesidad ajena; si esperamos recibir ayuda, favores y servicios sin considerar el esfuerzo que los demás realizan; si actuamos desinteresadamente después de ayudar a los demás; si esperamos recibir una halago, felicitación, reconocimiento, beneficio o el favor devuelto, de ser posible con creces.
El vivir con la conciencia de entrega a los demás, nos ayuda a descubrir lo útiles que podemos ser en la vida de nuestros semejantes, alcanzando la verdadera alegría y la íntima satisfacción del deber cumplido con nuestro interior.