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Si olvidamos realmente quienes somos y basamos algunas decisiones sin contemplar lo más importante en la vida, quizás tengamos que volver a repasar el siguiente artículo.
“Entonces, como escogidos de Dios, santos y amados, revestíos de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia; soportándoos unos a otros y perdonándoos unos a otros, si alguno tiene queja contra otro; como Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas, vestíos de amor, que es el vínculo de la unidad.” Colosenses 3:12-14
Existe algunas pocas oportunidades de hacer amistades o de conoger gente nueva. Entre las obligaciones cotidianas y los quehaceres, nos olvidamos de poder profundizar vínculos con seres nuevos.
Quizás hasta por momentos comenzamos a desarrollar la extraña obsesión por agradar a los demás. No hay nada malo en querer agradar a los demás, pero cuando dejamos de lado las creencias o convicciones sólo para lograr amigos debemos encender una alarma.
No importa lo que otras personas piensen de tí. Si intentamos actuar conforme a las expectativas de otras personas para obtener su aprobación, nos toparemos con versiones inciertas de nuestro propio ser.
Si seguimos el camino del Señor, para servirle con gratitud en el obrar diario y tomando decisiones para glorificarlo, ya no cobraban importancia las opiniones que pudieran tener los demás.
“El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará. Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará.” Juan 12:25-26
¿Qué tipo de amistades estamos cosechando queriendo agradar a los demás?
La imagen que uno proyecta debe natural, no la de una persona dispuesta a renunciar a su esencia por un amigo.
Para destacar resulta que nadie puede tomarnos en serio ni respetarnos como persona si las convicciones que tenemos, se esfumaran repentinamente ante la posibilidad de entablar una amistad nueva.
La importancia de enseñar con el ejemplo, de lo fundamental de los actos por sobre la palabra. No olvidemos que los demás nos respetarán y seguirán más por el temple con que sigues y defiendes tus convicciones y creencias, que por el contenido de las mismas en sí.
Todas las palabras positivas que otros puedan otorgarte, no se acercarán a la maravillosa experiencia de ser honrado por el Señor. Incluso al servir con gratitud a Cristo, observarás cómo esas opiniones positivas llegarán en abundancia como parte de esa grandiosa bendición que es recibir el honor de Dios en nuestras vidas.
“Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros, así como yo os he amado. Nadie tiene un amor mayor que éste: que uno dé su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque os he dado a conocer todo lo que he oído de mi Padre.” Juan 15:12-15
Es una lección que muchas veces olvidamos, que en otros momentos debemos recordar para poder sentirnos cerca del Espíritu Santo. No importa cómo o qué esté sucediendo, no debemos olvidar la Gloria del Padre Celestial, cómo nos guía en su camino y recibimos sus bendiciones a cada paso.
Muchas veces creemos sentirnos en soledad, pero en realidad siempre contaremos con Jesús como amigo, aliado y defensor incansable de nuestro corazón.
Las amistades que nos rodean deben aceptarnos como somos, con nuestras fortalezas y debilidades. También deben comprender que estamos abocados a seguir los pasos del Salvador.