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Extendiendo la Ayuda Necesaria

Un Valor Justo y Necesario para todas las generaciones futuras. Sumérgete en el próximo artículo y experimenta  un compromiso grande con el Espíritu Santo.

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" Por lo tanto, siempre que tengamos la oportunidad, hagamos bien a todos, y en especial a los de la familia de la fe." Gálatas 6:10

En nuestra jornada de fe, nos esforzamos por seguir el ejemplo de Cristo, quien dedicó su vida a servir y amar incondicionalmente. Jesús, con su infinito amor y sabiduría, aprovechó cada oportunidad para tocar vidas, sanar corazones y ofrecer esperanza. Sin embargo, al intentar emular su camino, a menudo nos encontramos con nuestras propias limitaciones, sintiendo que nuestros esfuerzos no son suficientes.

Enfrentamos la realidad de que no podemos llegar a todos ni resolver cada necesidad. Esta realización puede provocar sentimientos de frustración y desánimo, especialmente entre aquellos que son más exigentes consigo mismos. Es fácil caer en la trampa de la auto-crítica y la mecanización de nuestras acciones, olvidando que no somos los únicos responsables de cambiar el mundo.

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“Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún.” Hebreos 6:10

Es crucial entender que somos colaboradores de una obra divina más grande. Nuestro papel es el de ayudantes, mientras que Dios es el verdadero autor de la transformación y la sanación. La carga de cambiar el mundo no recae sobre nuestros hombros; pertenece a Dios. Nuestro esfuerzo, aunque limitado, es valioso y significativo en el plan divino.

Jesús mismo no se afanó por no poder estar en todos los lugares ni hablar con cada persona. Él eligió dónde ir y a quién dirigirse, confiando en que su Padre celestial continuaría la obra. De manera similar, debemos aceptar que no podemos estar en todas partes ni ayudar a todos. Nuestra misión es hacer lo mejor que podemos con los recursos y el tiempo que tenemos, confiando en que Dios hará el resto.

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“Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos.” Lucas 6:35

Al enfocarnos en hacer una diferencia en la vida de una sola persona, estamos cumpliendo con una parte vital del plan de Dios. Cada acto de bondad, cada palabra de consuelo y cada gesto de amor tiene un impacto profundo y duradero. No subestimemos el poder de nuestras acciones, por pequeñas que parezcan.

Es fundamental no dejarnos llevar por la desesperanza cuando nuestros esfuerzos parecen insuficientes. Recordemos que no estamos llamados a salvar al mundo por nosotros mismos, sino a ser instrumentos del amor y la gracia de Dios. Nuestra tarea es sembrar semillas de fe y esperanza, confiando en que Dios las hará crecer en su tiempo perfecto.


“Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.” 1 Pedro 4:10

Sirviendo con humildad y fe, reconocemos que nuestra capacidad es limitada, pero nuestra voluntad y nuestro amor pueden hacer una diferencia significativa. Cada pequeña acción es una pieza del gran mosaico de la obra divina. No nos desanimemos por lo que no podemos hacer, sino celebremos lo que sí podemos aportar.

La vida cristiana nos llama a seguir el modelo de Jesús, sirviendo con amor y dedicación, pero también reconociendo nuestras limitaciones humanas. Confiemos en que Dios completará lo que nosotros no podemos, y sigamos adelante con fe y esperanza. Cada pequeño acto de bondad y amor contribuye a la gran tarea que Dios ha iniciado. Servir con humildad, confiando en la providencia divina, es la verdadera esencia de la vida cristiana.




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