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Reconocer al Espíritu Santo en nuestras vidas nos ayudará a recorrer el camino del Señor de una manera única.
En su plan divino, el Señor asignó a cada uno de sus hijos e hijas una misión. Somos sus instrumentos de transformación y de materialización de los milagros divinos.
Al recibir las bendiciones del Padre Celestial, podemos continuar su obra de amor y respeto por los demás.
Unamos nuestras voces en una oración colectiva. Oremos y hagamos de mí un instrumento de tu paz:
Señor, haz de mí un instrumento de tu paz.
Donde haya odio, déjame sembrar amor,
Donde haya injuria, perdón
Donde haya duda, fe,
Donde haya desesperación, esperanza,
Donde hay oscuridad, luz,
Donde haya tristeza, alegría.
Oh Divino Maestro, haz que no busque tanto ser consolado
busque ser consolado sino consolar,
no tanto para ser entendido como para comprender,
no tanto ser amado, como amar;
porque es dando que recibimos,
es al perdonar que somos perdonados,
es al morir que despertamos a la vida eterna.
San Francisco de Asís