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Debemos aprender cómo vivir en comunidad para que podamos aprender unos de otros. Estos versículos iluminarán el modo de motivarte y ayudar a quienes más lo necesiten.
“Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación”. Romanos 14:19
El individualismo exacerbado nos conduce, de manera irremediable, al egoísmo. Pero tenemos que saber diferenciar entre individualidad e individualismo.
Dios nos ha creado únicos e irrepetibles y, a su vez, desde esa singularidad, formamos parte de un mismo cuerpo: El cuerpo de Cristo. Somos esencialmente distintos, podemos tener distintas realidades, diferentes ópticas e historias, pero nuestros caminos conducen a un solo lugar: La Gloria y la Salvación en Jesús.
Por eso es de vital importancia no caer en conductas arrogantes y soberbias, utilizando nuestra condición individual para aportar lo mejor de nosotros para nuestros hermanos, enriqueciendo la comunidad con los diferentes matices que cada hijo de Dios pueda aportar.
“Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios el que hace todas las cosas en todos”. 1 Corintios 12:4-6
Un buen ejercicio es reflexionar acerca de nuestras conductas, vigilando nuestro individualismo. Es fundamental, en momentos así, buscar de corazón la Palabra del Señor en las Santas Escrituras y entregarnos al Poder de la Oración para que desde nuestra individualidad podamos procurar estímulos edificantes para el prójimo.
El Compromiso que nos pide nuestro Dios todopoderoso es de los unos con los otros, especialmente en las obras de Amor. Tengamos presente que la vida en comunidad nos completa como hijos del Señor.
La forma de relacionarnos con otros seres humanos en tanto más solidaria y equitativa sea, nos acerca más a los propósitos de nuestro Salvador.
“Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, aunque son muchos, constituyen un solo cuerpo, así también es Cristo”. 1 Corintios 12:12
El individualismo emerge sin que nos demos cuenta y atenta, directamente, contra la unión entre hermanos ya que oscurece nuestra visión periférica, impidiéndonos ver qué le pasa o siente el otro
¿Cómo detectar que nuestras conductas comienzan a mutar hacia el egoísmo y la pedantería?
Cuando nos colocamos a nosotros mismos y a nuestros intereses por encima de todo, cuando pensamos que no necesitamos a nadie, elevando el egocentrismo como método de acción, es que dejamos de ser individuales para transformarnos en individualistas.
Cuando naturalizamos esta conducta, sin darnos cuenta, nos separamos de los demás, generamos desigualdad, injusticia y falta de empatía. Los resultados son catastróficos, pues el individualista termina esclavizado de sí mismo, aislado de sus hermanos y no reconociendo la importancia que tiene la comunidad en las Santas Escrituras.
“Nada hagáis por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de vosotros considere al otro como más importante que a sí mismo". Filipenses 2:3
Apoyemos toda nuestra Esperanza en El Señor para corregir nuestra dirección y seguir caminando por el sendero que nos lleve a escuchar Su llamado. Entreguemos nuestro corazón a Su Eterna Misericordia que siempre nos brindará una segunda oportunidad.
El Perdón, en casos de esta índole, es de vital importancia ya que cuando la usamos como herramienta para redimirnos, nos acercamos más al Señor.
Dios forja nuestro carácter instándonos a afrontar los retos que nos depara la vida. Cuando comprendemos que El Altísimo esta en el centro de nuestras vidas, podemos tener la seguridad de que jamás estamos solos. Dejemos que nuestro Padre Celestial nos Guie en Su Bondad y Gracia para reconocer nuestras imperfecciones, sabiendo que no estamos exentos de caer. Miremos, con alegría, a través de los ojos de Cristo el futuro que Él guarda para nosotros como parte de Su maravilloso Plan.