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Paso a paso, podremos comprender mendiante estos versículos el modo de construir y mantener nuestra fuerza de voluntad de un modo seguro.
“Mientras él aún hablaba, se presentó una turba; y el que se llamaba Judas, uno de los doce, iba al frente de ellos; y se acercó hasta Jesús para besarle. Entonces Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre? Viendo los que estaban con él lo que había de acontecer, le dijeron: Señor, ¿heriremos a espada? Y uno de ellos hirió a un siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Entonces respondiendo Jesús, dijo: Basta ya; dejad. Y tocando su oreja, le sanó” Lucas 22:47-51
Durante mis años escolares, mi hermano mayor y yo siempre fuimos bastante buenos deportistas. Sin embargo, yo tenía el carácter fuerte en aquella época, y ahora reconozco que era yo el que generaba la discordia cuando los resultados no eran los que yo esperaba. Siempre tenía una muy mala actitud hacia la derrota y cuando nuestro equipo perdía, echaba toda la culpa de los errores a mi hermano y los otros compañeros del equipo.
“Y el jefe
de la cárcel confió en mano de José a todos los presos que estaban en la
cárcel, y de todo lo que allí se hacía él era responsable. Entonces el amo de
José lo tomó y lo echó en la cárcel, en el lugar donde se encerraba a los
presos del rey; y allí permaneció en la cárcel. Mas el Señor estaba con José y
le extendió su misericordia, y le concedió gracia ante los ojos del jefe de la
cárcel. El jefe de la cárcel no supervisaba nada que estuviera bajo la
responsabilidad de José, porque el Señor estaba con él, y todo lo que él
emprendía, el Señor lo hacía prosperar.” Génesis 39:20-23
“Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.” 2 Corintios 12:9-10
Jesús, a través de las escrituras, nos dejó numerosos ejemplos a tener en cuenta a la hora de evaluar la forma en la que nos conducimos. Él fue siempre un maestro que logró utilizar los errores de los discípulos para hacerlos madurar en carácter y en fe y sacar de cada uno lo mejor de sí mismos.
Recordemos sólo una muestra de lo que el Señor hace cada día por nosotros: En vez de concentrarse en nuestros errores y magnificarlos, nos brinda su compañía y nos concede la fortaleza para convertirlos en actos maravillosos de perdón, de restauración y de redención.
“A quien el cielo debe recibir hasta el día de la restauración de todas las cosas, acerca de lo cual Dios habló por boca de sus santos profetas desde tiempos antiguos.” Hechos 3:21
Ante un error, aceptemos la falla, corrijámosla y continuemos caminando confiados en la presencia de Dios y su poder. Sigamos el ejemplo de Jesús, enseñando el camino correcto y honrando al Señor, dando cuenta del propósito de bien que Él desea que expresemos y que hagamos entender a los demás.