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Recupera tu Esperanza

Supera esos momentos donde te sientes alejado de la Fe. Encuentra el modo de conectarte con tu esperanza y reparar tu corazón en el próximo artículo.

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“Sácame del cieno y no dejes que me hunda; sea yo librado de los que me odian, y de lo profundo de las aguas.” Salmos 69:14

Por momentos nos enfrentamos a experiencias que dejan cicatrices y temores arraigados en nuestro ser. Algunas son consecuencia de situaciones vividas, mientras que otras son fruto de elecciones conscientes o inconscientes. En estos momentos, nos alejamos de la senda de la Fe, perdiendo el rumbo en el abanico de posibilidades.

Sin embargo, estas cicatrices pueden convertirse en lecciones vitales, puentes hacia una conexión más profunda con el Espíritu Santo. Las penas que atravesamos son oportunidades de cambio, senderos para transitar de manera más equilibrada en la presencia del Señor.

No debemos descartar lo roto ni las fallas de los objetos ni de las personas. Dios nos enseña a amar, cuidar, querer y nutrir. Cada individuo es especial, con testigos en su historia y cotidianidad que lo conocen de maneras únicas.

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"Este pobre clamó, y el Señor le oyó y lo libró de todas sus angustias." Salmo 34:6

Los seres queridos, quienes nos comprenden y acuden en el momento oportuno, son tesoros. Al entrelazar nuestras plegarias con la vida cotidiana, nos conectamos con el Espíritu Santo y con el Padre Celestial, recuperando la esperanza necesaria para cultivar los dones divinos y hallar alegría en la existencia.

Es crucial comprender cómo influyen nuestros alrededores en nuestra vida. En tiempos de claridad interior, ofrecer apoyo a quienes lo necesiten puede calmar sus almas. Asimismo, cuando requerimos una conversación, buscar la compañía de un amigo, familiar o confidente puede ser una puerta hacia la sanación, involucrando al Señor en este proceso de curación universal.

A menudo, no sabemos cómo ni cuándo buscar ayuda, pero es evidente que necesitamos pedirla, sin importar la naturaleza del problema o conflicto emocional. Identificar el origen del malestar es el primer paso para la resolución. A veces, se debe preguntar "¿Qué me sucede?".

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"Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios da a todos generosamente sin menospreciar a nadie." Santiago 1:5

Puede ser un evento pasado o una situación actual lo que genere tristeza e inquietud. Aceptar que necesitamos ayuda y comprender quién puede proporcionar una solución o un camino es fundamental.

Es esencial detenerse en el momento presente para iniciar el cambio. Alimentar la Fe y no permitir que los pensamientos negativos nos sumerjan en la soledad es crucial. Rechazar la ayuda de los seres queridos y, especialmente, del Espíritu Santo, nos consume y nos priva de la reflexión, sumiéndonos en la amargura y la tristeza.

La sanación comienza al liberarnos de las ataduras maliciosas que nos han llevado a caer. El perdón de Dios es un bálsamo para el corazón. Su misericordia allana el camino hacia la renovación y la restauración del alma.


"Porque el Señor da la sabiduría; conocimiento y ciencia brotan de sus labios." Proverbios 2:6

Si anhelas un cambio hoy, debes detenerte en este preciso instante. Es posible un cambio hoy y ahora. Dejar de pensar en que no puede salir de esta situación.

No debemos alimentar con pensamientos negativos y sin tener presente a la Fe. No tendremos que quedarnos nunca mas en las profundidades de la soledad. No aceptar ayuda ni de tus seres queridos y menos del Espíritu Santo te convierte en un ser sin vida.

Para poder sanar de un modo único tienes que soltar esas ataduras y destructivas que te hicieron caer en este estado de soledad.

Pudo haber sido una decisión del pasado. Puede ser algo que cometiste en tu presente. Pero si hay algo que Dios hace es perdonar. Su misericordia es el camino a la salvación de tu corazón.




Versículo diario:


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