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De nada sirve una virtud si no la ejercitamos como corresponde: hacerla crecer hasta su máximo esplendor es nuestra tarea.
“Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable, si hay alguna virtud o algo que merece elogio, en esto meditad.” Filipenses 4:8
Aprende a reconocer tus dones. A menudo nos encontramos en situaciones en las que rogamos a Dios por Su santa intercesión y como consecuencia no vemos todas aquellas virtudes con las que Dios nos bendijo. Identificarlas nos dará una visión más clara acerca de nuestras posibilidades, reconocerlas te sorprenderá.
“Sabiendo yo, Dios mío, que Tú pruebas el corazón y te deleitas en la rectitud, yo he ofrecido voluntariamente todas estas cosas en la integridad de mi corazón; y ahora he visto con alegría a Tu pueblo, que está aquí, hacer sus ofrendas a Ti voluntariamente.” 1 Crónicas 29:17
Identifica lo que has aprendido y lo que falta aprender. Porque el hecho de que Dios nos haya entregado ciertas virtudes, no quiere decir que debemos atesorarlas como medallas, sino que -por el contrario- hay que ejercitarlas y verlas crecer, al igual que a una planta hay que regarla. Llevar nuestras virtudes al máximo es nuestro deber como hijos de Dios.
“Además considera tú de entre todo el pueblo varones de virtud, temerosos de Dios, varones de verdad, que aborrezcan la avaricia; y pondrás sobre el pueblo príncipes sobre mil, sobre ciento, sobre cincuenta y sobre diez.” Éxodo 18:21
Pon tus virtudes a prueba. Una buena manera de comprobar cuán exitoso fue el entrenamiento y el crecimiento de nuestros dones, es importante ponerlos a prueba y llevarlos al límite, siempre exigiéndonos más para sacar mejor provecho de ellos y así enorgullecer a Cristo.
“Naamán, general del ejército del rey de Siria, era gran varón delante de su señor, y en alta estima, porque el Señor había dado salvación a Siria por él. Era este hombre valeroso de virtud, pero leproso.” 2 Reyes 5:1
Mantén la humildad. A menudo nos sorprendemos de lo que podemos lograr con nuestro empeño y con la ayuda de Dios, logrando cosas que en otro momento nos hubieran parecido imposibles. Pero hay que tener cuidado con esto, porque también puede ser caldo de cultivo para sentimientos tales como la soberbia y la altanería. Recordemos siempre cómo Dios nos insta a transitar Su camino con humildad.
“Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quién crió estas cosas: Él saca por cuenta su ejército: á todas llama por sus nombres; ninguna faltará: tal es la grandeza de Su fuerza, y Su poder y virtud.” Isaías 40:26
Comparte tu experiencia con otros. Una vez cumplidos todos los pasos anteriores es hora de compartir nuestra vivencia con otros a los que les pueda ser de ayuda, recordemos que es nuestro deber como hijos de Cristo dar una mano a quien más lo necesita, de esa manera habremos completado nuestra misión final de llevar nuestros dones al máximo de su capacidad, siempre con Cristo a nuestro lado.