Si logramos enfocar en soltar las ataduras del pasado cultivando nuestro presente lograremos acercarnos a la senda del amor eterno. En el próximo artículo encontrarás un modo de conectarte con las personas especiales en tu vida.
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“Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; pues vosotros en otro tiempo no erais pueblo, pero ahora sois el pueblo de Dios; no habíais recibido misericordia, pero ahora habéis recibido misericordia.” 1 Pedro 2:9-10
Mantenemos siempre en la memoria el recuerdo vivo de nuestros seres queridos, aquellos que nos ayudaron a transitar por el camino de la vida. Cuando nos acercamos al camino del Espíritu Santo, lo hacemos despojados de incertidumbre y culpas, enfocando nuestra fe y bondad.
Sin preocuparnos por pecados pasados, confiamos en la bondad de Dios, quien nos acogerá y guiará por el sendero del bien. Su plan divino nos prepara para acceder a las puertas del cielo y vivir en armonía eterna con el Espíritu Santo.
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“¿No tenemos todos un mismo padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios? ¿Por qué nos portamos deslealmente unos contra otros, profanando el pacto de nuestros padres?” Malaquías 2:10
El camino no será sencillo, pero contamos con personas que nos guían en la fe: familiares, amigos, aquellos que nos muestran un modo diferente de vivir junto al Padre. Apegarnos a la hermandad cristiana nos confiere la responsabilidad de mantenernos en el sendero, orando y leyendo la Biblia, entregando lo más valioso de nosotros mismos al Espíritu Santo y nuestro Padre.
Cometemos pecados sin saberlo, alejándonos de Dios y su palabra. Desde la codicia hasta la envidia, proyectamos deseos que oscurecen la luz de Jesús, alejándonos de su gracia y divinidad. ¿Qué destino les espera a los alejados de la fe? La certeza de que sus acciones no serán recompensadas por nuestro Padre Celestial.
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“Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones.” Pedro 2:2
No estamos solos en este camino. Familiares, amigos y personas especiales nos acompañan y enseñan a vivir la vida según la Fe Cristiana. Su ejemplo nos motiva a seguir los pasos de Jesús y su Padre.
Asumir la responsabilidad de comulgar con la hermandad Cristiana implica mantenernos en el camino de la Fe, orando y leyendo la Biblia. Debemos enfocar nuestro ser en Dios, dejando de lado el egoísmo y dedicándonos a su servicio.
Sin saberlo, podemos cometer pecados y desviarnos del camino correcto. La codicia, la envidia, los vicios y proyectar nuestros deseos en otros nublan la luz de Jesús y alejan su Gracia.
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“Es cierto que al necio lo mata la ira, y al codicioso lo consume la envidia.” Job 5:2
No hay bien material que supere la satisfacción de estar en paz y sintonía con la fe, rodeados de seres queridos que nos acercan a nuestra espiritualidad.
Construir una moral cristiana, sin pensamientos ni acciones que transgredan los mandamientos divinos, nos ayuda a resistir las tentaciones y la maldad. En momentos de duda y oscuridad, la oración y la guía de nuestro Padre Celestial nos sostienen, permitiéndonos reflejar su amor.
Esta herencia y el camino de la Fe nos permiten sanar y reflejar el amor infinito que Dios y su hijo tienen para nosotros.
Honrar la memoria de nuestros seres queridos, cultivar la Fe y la bondad, y vivir una vida moral según los principios Cristianos nos conduce a la verdadera felicidad y a la vida eterna junto a Dios.
La Fe nos brinda la oportunidad de vivir una vida plena, llena de significado y propósito. Siguiendo los pasos de Jesús y su Padre, podemos alcanzar la verdadera felicidad y la vida eterna.