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“Y el pueblo será oprimido, el uno por el otro y cada cual por su prójimo; el joven se alzará contra el anciano, y el indigno contra el honorable.”

Isaías 3:5

La falta de respeto


La falta de respeto es moneda corriente en estos días. Escuchamos (y en ocasiones vociferamos) insultos en discusiones, ponemos en duda las capacidades de los mayores, nos burlamos de los ancianos. Se ha perdido el respeto en muchas formas, sobre todo, el respeto las buenas costumbres y a la fe cristiana. Aquellos que hemos sido educados en el amor y en la palabra de Cristo Nuestro Señor, debemos ser tolerantes ante las diferencias y no agredir al prójimo sin razón. Podemos tener diferencias de pensamiento o de accionar y sin embargo, debemos celebrar la diversidad. De nada sirve ser irrespetuoso u ofender a otro, incluso insultarlo o violentarlo, siempre será mejor conversar y reflexionar sobre distintas opiniones.

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Si segregamos al que piensa diferente, o no consideramos la opinión del prójimo por estar alejada de la nuestra, no obraremos como buenos hermanos. No estaremos en comunión y nos distanciaremos de la verdadera fe, del amor y la comprensión. ¿Cuántas veces hemos sido testigos de jóvenes que no respetan a sus ancianos?. Ellos han caminado los senderos antes de nuestra llegada y debemos honrarlos y hacerlos sentir parte de nuestro desarrollo, como hijos, como nietos, como colegas. Ellos se sentirán a gusto siendo valorados, no olvidemos que es un mandato divino.