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Tanto en nuestra cotidianeidad como así para el fin de la historia, Dios estará presente para protegernos y guiarnos. Sin importar dónde nos encontremos, Él proveerá de su gracia y su luz para que tomemos su mano y salgamos adelante. Aceptando su salvación, con alegría, sin devolver nada a cambio, esperando que pueda traer justicia a estos lugares donde nosotros percibimos oscuridad.No debemos escuchar a aquellos que cuestionen nuestra Fe o que simplemente se jacten de no sentir al Espíritu Santo. Olvidados, resentidos y pecadores, aquellos que hablen desde los confines exteriores de la luz, no percibirán la gracia divina ni podrán comprender las escrituras y enseñanzas que nuestro Padre Celestial tiene para todos sus hijos.