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Hacernos cargo de más responsabilidades de las que deberíamos resulta una desventaja conocida en nuestros tiempos. Exigidos muchas veces por el trabajo, por demandas de familiares o amigos, terminamos diciendo que Sí muchas veces cuando debemos optar por la negativa. Eso no nos convertirá en seres poco amorosos, ni descuidados, sino todo lo contrario. Aprender a elegir nuestras actividades nos otorgará mayor conciencia sobre aquellas que verdaderamente son importantes para nosotros y que tenemos que realizar para tener más tranquilidad.
Decir que No cuando nos convoquen a actividades que no forman parte de nuestro camino real para el aprendizaje o la reflexión no nos transformará en personas egoístas. Sino que nos estaremos anticipando a la probabilidad de decepcionar al otro si le fallamos, y también, cuidaremos nuestro valioso tiempo de oración e introspección. Quitarle tiempo a Dios, al estudio de su palabra y al descanso para poder orar e interpretar su palabra, allí sí nos encontraremos emprendiendo un camino equivocado. Simplemente, tenemos que aprender a priorizar los diferentes momentos de responsabilidad diarios, y comprender que muchas veces los deberes en los que quieren otros involucrarnos no necesariamente forman parte de nuestro camino. Por ese motivo, negarnos a hacer algo que no sentimos en nuestros corazones que sea algo que tengamos que hacer nos mantendrá conscientes y además, hará que nuestros hermanos también organicen sus prioridades.