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Vestir nuestras oraciones y nuestros actos desde un sentido de verdad no garantiza nuestro acercamiento al Espíritu Santo. Todo lo que sentimos debe provenir desde nuestro corazón, de modo sensato y con la Fe como estandarte, teniendo como destino la vida eterna. No debemos olvidar que se nos otorgó dicho beneficio gracias al sacrificio realizado por Jesús en la cruz por nuestros pecados.
Dios envió a su hijo Jesús para salvarnos no para condenarnos. Por este motivo es que tenemos que honrarlo en el día a día, rezando en su nombre y obrando desde la Fe. Jesús es el único camino para llegar a nuestro Padre Celestial.
No importa de dónde provenimos, ni nuestra clase social, ni nuestro tipo de formación, Él es el puente que nos une en este espacio terrenal y en el umbral del Cielo.