Accede a más contenido como este.
La vida no siempre nos presentará a las personas que queremos conocer, simplemente algunas llegan a nuestros caminos porque debemos contar con su presencia. Hermanos con los que nos ponemos en contacto para recibir ayuda, para aprender y para recibir su compañía. Pero también, aquellos que aunque nos decepcionan o nos lastiman contribuyen en nuestro proceso de convertirnos en las mejores versiones de nosotros mismos. Estar abiertos de corazón para poder vincularnos en forma plena y viviendo en la gracia del Señor será fundamental.
Al compartir los valores cristianos y una misma fe, tendremos objetivos en común y nos regiremos por los mismos estándares. Si la persona que ingresa en nuestro círculo no conoce aún la palabra de Dios, podemos comenzar por mostrar y vivir su ejemplo. Compartir con ellos la palabra y las Sagradas Escrituras, nos guiará a formar vínculos más sinceros y sólidos. Ser solidarios los unos con los otros y tolerantes con los que quizás no están todavía preparados para recibir al Señor. Las nuevas relaciones pueden resultar al principio incómodas o podemos encontrarnos reticentes a ser abiertos con otros, pero debemos confiar en que siempre será beneficioso convivir en comunión. Nuestro Padre quiso que coexistamos y podamos compartir en la fe, debemos honrarlo diariamente, respetando a todos por igual.