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Resulta bueno volver a casa cuando nuestros pensamientos están revolucionados. En momentos en los que nuestra mente se encuentre atormentada y no tengamos paz conversar con Dios Padre será lo único que nos otorgue la calma necesaria. Para resolver problemas o situaciones que nos aquejan abrir nuestros corazones a la profunda reflexión, acompañados de Nuestro Señor muchas veces despejará las dudas. Discutir con otros porque no nos dan las opiniones o consejos que precisamos escuchar sólo empeorará el panorama. Mostrarnos hostiles con nuestros hermanos porque estamos confundidos no será la mejor elección.
Orar tiene que ver con disponernos verdaderamente a la palabra de Dios, con entregarnos y confiar en que los caminos que Él nos mostrará serán los más adecuados. Aún cuando no comprendamos del todo porqué eso está sucediendo, o cuál es el real compromiso que tendremos que asumir, debemos encomendarnos a Nuestro Padre y a su sabiduría. Mantenernos en la oscuridad o en el conflicto no hará otra cosa que perpetuarlo. Si nuestra mente descansa en Dios, nuestras decisiones también se verán afectadas de buena manera. Desesperarnos ante la frustración de no saber cómo actuar o irritarnos ante la posibilidad de perder el control de la situación serán trampas que tendremos que atravesar.