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“No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad.”

3 Juan 1:4

¿Cuándo será el momento?


Postergué mucho tiempo el hecho de ser madre: primero por mi edad, luego por mi profesión, luego por mis deberes. Pensaba también, que debíamos tener determinadas condiciones sociales o posesiones como una casa grande para la llegada de un niño. Esperé tanto tiempo hasta que el momento fuera perfecto que cuando quise concebir realmente mi cuerpo no estaba preparado ya para hacerlo.

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Tuvimos que pasar por muchos retos hasta la llegada de nuestro niño: exámenes médicos, más esperas, dolores y desesperanza. Habíamos perdido totalmente la esperanza de algún día poder ser padres. Me encontraba cansada y sólo podía rezar para que sucediera el milagro. Así fue, uno de esos días en los que ya no esperábamos ni las condiciones perfectas ni cumplir nuestro sueño, finalmente llegó. Nuestro niño nacería y nos llenaría de regocijo y de amor. Un pequeño que crecería y sería un hombre de bien, amable y sincero, generoso con sus hermanos. Entendimos que nunca tendríamos el escenario perfecto, que no podíamos planificarlo todo y aún así, que cuando lo hiciésemos no siempre saldría todo bien. Decidimos a partir de esa experiencia vivir en forma más relajada, sin planes, en convivencia con la palabra de Dios Padre porque sólo Él dispondría de nuestros destinos y marcaría nuestros caminos.