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“El Señor está cerca de quienes lo invocan, de quienes lo invocan en verdad.”

Salmos 145:18

¿Qué me aleja de Dios?


Mentía permanentemente, eso ya se había vuelto una costumbre para mí. Ocultaba o tergiversaba las cosas más ínfimas con tal de que no me descubrieran. No quería mostrar nada de mí, de mi verdadero yo. No podía dejar ese mal hábito a un lado y las falacias cada vez me llevaban a caminos más confusos. Le estaba fallando a otros pero más lo hacía conmigo, ya no podía asumir ningún compromiso y mi palabra carecía totalmente de valor. Quedaba en asistir a citas a las que luego no me presentaba, mis familiares ya no me esperaban cuando yo había dicho que iba a ir a su encuentro porque finalmente no lo hacía.

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Entendí que eso no sólo me alejaba de Dios sino que también me estaba separando de mi familia y de quienes quería aún más. El alivio llegará cuando entremos en contacto con Nuestro Padre de una forma abierta y sincera. Disponernos a conversar con Él sobre eso que nos está sucediendo, eso que está abriendo una brecha entre lo que queremos hacer y lo que estamos haciendo en verdad. Comenzar a adoptar prácticas que sean beneficiosas no será sencillo cuando caímos en pecado, pero podremos lograrlo con la ayuda del Señor. Evitar esas malas conductas y lograr sanar por dentro nos acercará de lleno a Nuestro Padre y nos dará la paz que necesitamos para recomponer lo que hemos roto.